Celebramos el cumpleaños número 5 a mi Peludo favorito, mi amado hijo Kenny Efraín. Soy fan de pocas tradiciones, pero las celebraciones de los cumpleaños, no sé por qué, me encantan y son bien importantes para mí. Así que cada año busco hacer algo especial y, sobre todo, memorable.
Criar a un hijo nunca ha sido fácil, pero cuando los padres no estamos juntos (como pareja), es más complicado aún. Es complejo porque los niños tienen que, de entrada, acoplarse a ambientes diferentes, y mamá y papá deben trabajar con su madurez emocional para poder funcionar de la manera más saludable por el bienestar de los hijos.
Este cumpleaños, me atrevo a decir, ha sido, hasta hoy, el más lindo a nivel emociona. Me ha impactado la reacción de muchas amistades, sorprendidas por la buena relación que vieron que existe entre el padre de mi niño, mi familia, su familia y yo, ya que lo que abundó en la celebración fue amor y buena energía, porque así debe ser.
No debería sorprender a nadie ver eso entre padres que aman a sus hijos. Pero nos sorprende porque lo que solemos ver es todo lo contrario, y qué triste porque se nos olvida que nosotros somos grandes ya, y los que sufren y a los que dañamos es a nuestros hijos.
Siempre me prometí que sin importar las diferencias que yo tuviera con el papá de mi bebé, siempre haría lo que tuviera que hacer para que existiera cordialidad y buena comunicación entre nosotros, y eso implica, muchas veces, guardar mi ego y morderme la lengua, porque hay que entender que somos diferentes y que, cuando mi hijo está conmigo, las cosas se hacen como yo decida, pero cuando está con papá es como él decida. Y eso no significa que una de las partes lo ame menos. Es que, sencillamente, cada uno tiene su estilo de hacer sus cosas. Es importante aclarar que esto no surge de la noche a la mañana; esto se va trabajando poco a poco. Y siempre una de las partes debe ceder primero, todo en equilibrio. Pero, como padres, tenemos que aprender que, cuando tomamos decisiones que los afectan a ellos. Esas decisiones no pueden basarse en nuestro dolor o satisfacción, sino en el bienestar y la salud emocional de nuestros hijos.
Hoy soy más feliz que ayer, porque la cara de felicidad, emoción y, sobre todo, de paz, en la carita de mi hijo, al disfrutar de la familia que lo rodea, no lo compra NADA ni NADIE. La base es el amor, y ese amor proviene de Dios. #SéFéliz