«Todas las familias felices se parecen unas a otras pero cada infeliz, lo es a su manera».
Esta fue la primera frase del libro de Ana Karenina de León Tolstoi.
Con La ciénaga(2001), vemos algo similar. Dirigida por Lucrecia Martel, plantea el resentimiento, la amargura, los celos, dentro de un clima sofocante en el verano salteño.
Protagonizada por Graciela Borges, quien encarna a Mecha, una mujer con cuatro hijos y envuelta en un matrimonio infeliz, que odia a la novia de su hijo, Mercedes, quien fue amante de su esposo años atrás.
Borges, paga su frustración comportándose como una déspota con sus hijos y denigrando a su mucama.
A su vez, su prima Tali (Mercedes Morán) acude junto a su marido e hijos a visitarlo.
La relación entre ambas es aparentemente cordial pero Tali oculta un resentimiento con su prima debido a su diferencia de clases.
La película fue galardonada en el prestigioso Festival Internacional de Berlín y el Festival de Cine de la Habana(entre otros) donde Borges obtuvo los premios a Mejor Actriz y Martel a Mejor directora.
El filme tiene unos planos y unas escenas muy bien trabajadas, que hacen sentir el calor y el sofoco que embarga a sus protagonistas.
Una de las particularidades más destacadas es la insinuación: Se insinúa mucho pero no se aclara nada.
Esto se demuestra en temas como la homosexualidad, con la obsesión de Momi(Sofía Bertolotto) con López, un leve tinte de incesto, en la relación que tiene Verónica (Leonora Balcarce) con su hermano José (Juan Cruz Bordeu).
Todo esto junto a otros temas que permanecen flotantes, provoca una enorme tensión como espectador, que espera, constantemente, que se desencadene una tormenta que nunca llega.
Viendo la película, resulta increíble pensar que es una ópera prima, pero así fue, y luego Martel nos regaló otras obras maestras como La niña santa y La Mujer sin cabeza.
La ciénaga demuestra un ejemplo del buen cine argentino pero eso sí, no es recomendable para personas que estén en un día ciclotímico.