La culpa es solo una de las fases que debes atravesar después de una ruptura amorosa. A ese largo ciclo que comienza con el adiós definitivo también le siguen la negación, la ira, la negociación y la depresión hasta poder llegar al destino final: la aceptación de que todo está acabado.
Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Darlo todo por un amor y que esta relación no funcione deja un alto costo emocional que atenta contra nuestro bienestar e incluso hace que dejemos de apostar por volvernos a enamorar.
No te arrepientas de haberte entregado aunque la ruptura sea dolorosa
No hace falta más sufrimiento para que te añadas más carga torturándote pensando en lo que pasó, en lo que hiciste o en lo que dejaste de hacer. Si bien reflexionar nos ayuda a transformarnos en mejores personas y aprender de nuestros errores, quedarse aferrado al pasado es solo una fuente de gran sufrimiento en el presente.
En esta etapa, en la que aún lidias con el dolor y la pérdida, céntrate en sanar y corregir tus creencias sobre el amor. Porque sí, está muy extendido que debemos dar el cien por cien, a veces hasta quedarnos sin nada, para hacer felices a los demás y muchas veces nos olvidamos de nosotros mismos.
Esta es la oportunidad para comprender que si el otro no se está entregando en la misma medida, o no aporta nada, solamente nos desgastaremos hasta el punto donde nuestro corazón no aguante más decepciones y el vínculo simplemente termine en la inminente ruptura amorosa.
Las parejas principalmente se construyen con trabajo en equipo para formar cimientos sólidos, por lo que si en tu caso fuiste un jugador en solitario, tomaste la decisión correcta pese al amor, la presión social o que fuiste ciega por mucho tiempo.
Amar a alguien no debería implicar sacrificios, desgaste o malestar. Así que la próxima vez te seguirás entregando pero anteponiendo tu amor propio y disfrutando de lo que la vida tenga preparado para ti.
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