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El encierro me enseñó a ser auténtica y dejar de fingir algo que no soy

Siempre vivimos atadas a la presión social de muchas formas. Todo el mundo espera demasiado de nosotras y perdemos lo que nos hace auténticas

Ha sido un año difícil para todos en todos los sentidos. La pandemia de COVID-19 sigue haciendo de las suyas mientras no exista una cura y aunque poco a poco hemos comenzado a retomar nuestras vidas, es claro que nada volverá a ser igual que antes. 

Pero dentro de todo lo caótico que puede estar pasando en estos momentos, también han surgido situaciones positivas, entre ellas que  has aprendido a ver la vida con una perspectiva más resiliente.

Quizá en un principio las malas noticias te agobiaban demasiado pero ahora has aprendido a filtrar y a consumir hasta donde tu salud mental te lo permita. Quizá  al principio tenías ataques de estrés y ansiedad constantes por el encierro pero ahora, has tomado esto como una oportunidad para desarrollar nuevas habilidades y reencontrarte contigo misma. Después de todo, el ritmo tan acelerado de vida que llevábamos antes fuera de casa, no nos permitía hacer una pausa para disfrutar de nuestro espacio, de redecorar la casa o de convivir con nuestros seres queridos con los que compartimos techo.

Muchos han planteado que los tiempos difíciles son tiempos de renacimiento. Es ahora cuando todos mostramos lo que hay en nuestro interior, nuestra vulnerabilidad y nuestra inteligencia emocional que nos ayuda a sobrellevar la adversidad.

Siempre encontraremos un motivo por el que vale la pena sonreír.

Las medidas de prevención que se han tomado a lo largo de los meses, nos han obligado a cambiar nuestra forma de relacionarnos con otros. Las amistades, las relaciones familiares, de pareja e incluso laborales ya no son como antes.

¡Y es que piénsalo! Siempre vivimos atadas a la presión social de muchas formas. Todo el mundo espera demasiado de nosotras y eso hace que por instantes perdamos de vista lo que nos hace verdaderamente felices.

En general, hemos aprendido a ser auténticas, a dejar de fingir.

También han sido tiempos para darnos cuenta de quiénes nos aman de verdad. ¿Has sentido que tu círculo de amigos se ha reducido? ¡Es parte de este reacomodo que ha traído el 2020!

Es un momento en el que te has dado cuenta que en realidad nunca terminamos de conocer a las personas, quiénes están contigo aún en la distancia y quienes ya no vibran en tu misma frecuencia.

Y mientras que el mundo nos exige demasiado, nosotras mismas nos exigimos demasiado. Terminamos agotadas y confundidas porque al final, sólo buscamos vernos perfectas ante los ojos ajenos. ¿Cómo escapar de toda esta presión? Aprendiendo a mantenerte auténtica.

Cuando nos permitimos ser auténticas sin tener en cuenta los aplausos, es realmente hermoso. Te permites aceptar tu vulnerabilidad y al mismo tiempo demostrar que eres lo suficientemente fuerte como para que nadie te tumbe.

La autenticidad es un espacio para evolucionar, para crecer y aprender.

Te has dado cuenta de que no debes dejarte llevar por lo que no va contigo. Ya no estás aferrada a la idea de tener que cumplir expectativas ajenas porque ahora más que nunca, eres dueña de tu tiempo y espacio. Has dejado de derramar lágrimas por personas que no derramarían ni una gota por ti. Ya no persigues amor, ni ruegas a nadie que se quede porque sabes que no mereces sobras.

Quizá has estado trabajando en ello y poco a poco has aprendido a dejar de complacer a otros a costa de tu felicidad pero eso es fantástico. Eso es un proceso y cada quien lo vive a su manera.

No te sientas mal por ponerte primero ni por ir contracorriente cuando algo que no te satisface. Al final, es tu vida, le guste a quien le guste. Mantenerte auténtica te permite hacer frente a la adversidad porque lideras con el corazón y haces caso a tu intuición.

Ser auténtica significa que eres tú sin importar el qué dirán. Tú eres tú, con tus propios conocimientos, opiniones y puntos de vista. No vives con ataduras ni tampoco con miedo a ser rechazada. Hoy más que nunca sabes que no necesitas aprobación de nadie ni tampoco seguir los estándares de belleza impuestos por otros.

 

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