La depresión y la ansiedad son monstruos que destruyen vidas por completo. No importa cuán exagerado suene, para quienes padecen alguna de éstas, es una lucha por sobrevivir día a día.
Si bien ambas son enfermedades mentales grave, a menudo son malinterpretadas e incomprendidas. De pronto, quien está cerca de alguien que padece algo así, cree que se trata de un lapsus de tristeza que pasará en cualquier momento. Pero no es así.
Todos nos hemos sentido tristes en algún momento; hemos llorado ante una ruptura amorosa o un tropiezo laboral, hemos lamentado la pérdida de un familiar o de una mascota pero lo superamos y seguimos adelante lo mejor posible.
Esto no pasa con alguien que lucha con una enfermedad mental, donde ponerse de pie y seguir, parece imposible.
Jamás subestimes una depresión o ansiedad; no juzgues el dolor y la tristeza ajena, ni compares tu forma de afrontar situaciones con la de los demás. Hay corazones más frágiles que otros y mentes más susceptibles que otras.
Es un gran error tratar la depresión como un estado de ánimo, como si decir o hacer lo correcto resolviera todo lo que hay detrás ésta. La depresión no es un estado de ánimo, es una enfermedad muy debilitante y no necesita tus consejos, necesita terapia.
El bienestar psicológico tiene asociados una gran diversidad de mitos negativos por eso para muchos es aún más difícil salir de estos padecimientos. Debemos adoptar una nueva perspectiva y abandonar los prejuicios y actitudes negativas en contra de estas personas.
Pero lejos de tratarse de algo vergonzoso, ir a una terapia es necesario. De hecho, todos podemos (y deberíamos) acudir a una por infinidad de motivos: desde estar pasando alguna situación estresante de la vida, hasta para mejorar algunas habilidades personales o para una toma de decisiones que nos sobrepasa.