Independientemente del cariz político de Rusia, hay que apelar a los hechos: son el único estado que financia una plataforma donde sistemas de moda que van más allá de Europa y Norteamérica (los mismos de siempre que en estos momentos están presentando colecciones) pueden mostrar sus trabajos y compartir conocimientos académicos.
Pero, sobre todo, mostrar a diseñadores de industrias de moda emergentes, y el cómo cambian sus conceptos de lujo, artesanía y sostenibilidad alrededor de otras formas de pensamiento y cosmovisión.
Esto, en el marco de la Semana de la Moda de Moscú, que tuvo lugar hace poco. En 2024 se presentaron colecciónes como la de Eva Valverde, de Costa Rica, por ejemplo.
Y de Rusia estuvo la marca Yana Besfamilnaya, entre otras, así como Vestiaire, mostrando cómo ha evolucionado el tema de la fluidez y la identidad en Moscú, una de las ciudades más importantes de Europa.
Ahora bien, si se habla de la parte académica, se habla de la cumbre BRICS + FASHION SUMMIT, con la participación de más de 100 países. De hecho, estudiantes rusos pudieron estar en conferencias magistrales de varios académicos y protagonistas de las industrias de moda de Latinoamérica, Asia y África.
Ángela Dotor y Santiago Romero, docentes de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, donde hablaron de moda masculina y sostenibilidad ante estos estudiantes seleccionados.
Insights de la moda en Rusia y la moda global
“Se quiere consolidar a Moscú como capital de moda, y una plataforma donde se dan discusiones importantes para la industria. Y la apuesta que se hace es construir conceptos, mercados, alianzas y generar una estructura para generar alianzas no solo de mercado, sino en términos culturales y estéticos. Es promover una mirada latinoasiática y euroasiática. También se trata de mostrar culturas donde los rusos no sean líderes sino generar una plataforma donde todos sean bien recibidos. Así, se crean contrapesos a las miradas tradicionales y hegemónicas de los mercados y las estéticas”, le cuenta Ángela Dotor a NUEVA MUJER.
Dotor cuenta que los desfiles de África, o Medio Oriente muestran otras posibilidades del lujo y el diseño, además de propuestas que no se dan ya en los centros de siempre en la moda.
“Vimos un desfile de una mujer de la India donde traía 300 saris, y su variación estaba en los hilos y el bordado, así como en las siluetas y material. De esta manera se cambian las estructuras de la moda y empezar a plantear redes y negocios más serios de diseñadores y académicos”, enfatiza.
Y tiene sentido: según el informe de The Business of Fashion y McKinsey del Estado del Lujo 2024, este fue el peor año para ese rubro, con pésima calidad, alza de precios y sus peores ventas. Países como India, que tienen un porcentaje significativo del oro mundial, así como diseñadores como Sabyasachi muestran que hay otras formas de reinterpretar el lujo (en Latinoamérica el concepto va más por la descolonización y lo que se llama el lujo artesanal), mostrando que hay otras posibilidades más allá de las marcas de moda europeas.
“Hay un cambio cultural en ese sentido, donde hay una parte que se mantiene para las élites. Pero ahí vimos uno de los vestidos más caros del mundo: costaba 15 millones de dólares. Por todas sus piedras, porque venía de un diseñador indio. Hay otros tipos de lujo y el cómo se expresan. La élite siempre querrá lo mejor, y en la medida de esas categorías, se va a transformar”, expresa.
Ahora bien, en medio del régimen de Putin, la expresión se vive de otras formas. En los colores y siluetas. “Aunque el uso del color en la cultura popular rusa es importante, el negro en invierno es fundamental. Un negro profundo, muy expresivo en la moda masculina y relacionado con al distinción. Y aunque usan muchas tendencias ‘occidentales’ usan marcas de lujo y de no lujo (hay que recordar que en Rusia, si bien hay sanciones, las marcas de siempre venden bajo otros nombres), y si bien hay influencia de lo deportivo, los textiles son mucho más elegantes. La comodidad es reemplazada por la formalidad. Y en las propuestas también se reflejan muchos elementos de sastrería con telas italianas muy buenas”, explica Santiago Romero.
Ambos académicos concuerdan que el relato del régimen y su guerra con Ucrania es inexistente, porque todo se enfoca en irse más allá de lo hegemónico: “Entonces esos espacios se abren a otras miradas ahora dentro del mercado local y la cultura nacional rusa. En el showroom hay una mirada urbana potente, con influencias de la cultura militar rusa. No hay, claro, grandes expresiones activistas dentro de la moda. Hay un filtro y una imposibilidad de comunicarlo, pero hay nuevos criterios de moda, en las siluetas, y en estructuras para construir su identidad”, explica Romero.
“Están luchando por lanzar diseñadores emergentes, y la moda es visible en Rusia. El negro está en todos los géneros y cuerpos. Y si bien no pueden expresarse directamente como lo haríamos en un país como en Estados Unidos o Latinoamérica, sí son una plataforma para que ellos se interesen en buscar en todos esos mercados emergentes a gente que sí puede expresar lo que ellos están diciendo. Y esto es más que todo, un intercambio de conocimientos”, explica Dotor.
Por ahora, se piensa en los BRICS como una alternativa económica lejana (Estados Unidos sigue siendo un fuerte socio comercial), pero en términos de moda hay intercambios que comienzan a hacerse. Sobre todo, con países como China, proveedor de muchas marcas colombianas a nivel de textil e insumos, y países como India, entre otros.
Y qué mejor que voltear la mirada hacia las periferias, que replantean cómo la moda se ajusta al futuro más allá de la intrascendencia que ya producen los grandes conglomerados con su afán por las cifras y sus referencias repetidas una y otra vez.