Tanzania se creía uno de los lugares en el mundo con la mayor población de elefantes, dato que probablemente es falso ahora que el censo más reciente reveló que la caza furtiva ha acabado con casi el 60% de ella de 2009 a 2014.
Un gobierno incapaz de proteger uno de los más grandes patrimonios naturales ha permitido que de 109,051 elefantes que había en 2009, sólo queden 43.330. Tomando una tasa de natalidad anual del 5%, estaríamos hablando de que el número de elefantes asesinados es de 85.181.
Estamos frente a un panorama y una crisis peor que la de Mozambique. Las acciones del gobierno han sido prácticamente nulas mientras que la red de cazadores y comerciantes ilegales se encuentra muy bien organizada y sin ningún obstáculo para sus actividades.
Se estima que desde 2009, Tanzania ha aportado, cuando menos, 45 toneladas de marfil al mercado negro internacional, la mayor fuente de este material. Para mantener el suministro, ecosistemas como Ruaha-Rungwa, Malagarasi-Muyovosi y Selous-Mikumi, han perdido más de 2 tercios de sus elefantes con una tasa de mortandad de 4 veces lo natural.
Tan sólo en Ruaha-Rungwa la población pasó de 34.000 en 2009 a 20.000 en 2013. Un año después, hay 8.000 elefantes. El director del programa de especies de WWF, Carlos Drews cree que esta situación tiene su origen en la industrialización de la matanza de la megafauna en África por bandas de crimen organizado de manera internacional.
Este vandalismo es apoyado por la corrupción y la poca capacidad de acción de Tanzania. La reserva de Selous es un gran punto de acceso a la caza, perdió casi 30.000 elefantes, lo que pone a la reserva en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en su Lista de Peligro.
Mientras no haya acciones concretas por parte del gobierno o la gente exija sanciones para la caza y comercio ilegal del marfil, Tanzania tiene unos pocos años para despedirse para siempre de sus elefantes.