Aunque algunos celebren el triunfo por haber accedido a una plaza de trabajo como administrador del poder, como sociedad todos somos perdedores luego de una elección. Parece radical esta afirmación, pero fíjate bien.
La “fiesta democrática” con todas sus virtudes se ve empañada a causa de lo que queda tras su cívico paso. Miles de toneladas de basura con rostros y nombres en una bacanal de ego y derroche de recursos públicos y privados deja el saldo menos agradable y menos cívico de este proceso.
Si bien más de un 60% se abstuvo de participar y solo un 39% emitió correctamente su voto, son todos los habitantes del país los que se someten a las reglas del juego democrático con todo lo literalmente sucio que este pueda ser.
Porque más allá de las impresiones individuales, tiene mayoría absoluta el hecho de que las campañas políticas teniendo leyes que regulan la transparencia en las donaciones con límites de gasto, aún no cuentan con un sistema en donde se regule el desecho que éstas dejan y obligue a los candidatos, sean electos o no, a limpiar la ciudad y reciclar su publicidad política.
En el caso de los alcaldes que iban a reelección, la posibilidad de que se “auto” curse una multa municipal es bastante improbable y en general, este asunto no es una tendencia. La ley habla de que la propaganda puede estar puesta en el espacio público hasta tres días antes de la elección, pero la realidad es que podemos verlas pasados incluso años. Lo que es peor, ensuciado parques, calles, entorpeciendo la visión de automovilistas, peatones y por supuesto ciclistas.
En Venezuela se contabilizó que para las pasadas presidenciales, fueron utilizados unos 10 millones de árboles, por lo que de inmediato surgió la iniciativa de que cada candidato aportara con un árbol por voto con el fin de reforestar lo consumido por sus campañas. Así, podrían demostrar su compromiso con la sustentabilidad, el empleo y en definitiva con el bienestar de sus electores y el planeta.
La pasada temporada electoral en México dejó un saldo de dos mil 500 toneladas de basura en todo el país, del cual desafortunadamente sólo se recicla un 40%…pero en Chile es peor, dado a que no hay cifras oficiales y menos la claridad de que un porcentaje vaya a ser reciclado. Se habla de que estas municipales dejaron un saldo de 500 toneladas.
En definitiva, si bien en esta ocasión no ganó quien gastó más en marketing político en un verdadero cambio de paradigma, el ciudadano deberá exigirle a su candidato, además de creación de mayor número de hectáreas de áreas verdes, saneamiento de aguas, aseo y ornato, planificación para el cuidado de perros abandonados y kilómetros de ciclovías, acciones tendientes al buen manejo de residuos y la optimización de su gasto electoral, esto para que no terminemos eligiendo como representante a un gato, sí, como en Alaska en donde por su honestidad y limpieza ya lleva 15 años en el poder.