Al pensar en el sudeste asiático o las zonas tropicales de África, a muchos se nos viene a la cabeza la imagen de una casucha media destartalada atravesada de incontables palos de bambú. La construcción con bambú proviene de tiempos remotos y de las más diversas latitudes, pues es un material de construcción especialmente resistente y su producción es relativamente barata.
Claro que las comunidades indígenas de antaño recolectaban el bambú de la naturaleza, pero actualmente la siembra y cosecha este producto en tiempos récords. Una producción de bambú puede estar lista en 5 ó 6 años, frente a los 20 ó 30 que demoran las maderas. En condiciones de laboratorio, se visto a algunas especies crecer hasta un metro en 24 horas.
Al bambú gigante, una de las especias del género dendrocalamus, se le ha llamado el “acero vegetal” por sus incomparables propiedades. Es más liviano que el acero, y es cinco veces más fuerte que el concreto. Además, durante su crecimiento, absorben hasta 4 veces más CO2 que otras especies vegetales gracias a su rápido crecimiento.
El bambú existe de forma natural en todos los continentes, excepto Europa y la Antártida, generalmente en climas tropicales, pero se adapta con gran facilidad a cualquier clima más o menos húmedo. Se estima la existencia de unas 1200 especies distintas en la familia de los bambusoideae, de las cuales un par de docenas son aptas para construcción.
Sumado a su gran resistencia, el bambú se ha utilizado en las últimas décadas como un excelente material para construir accesorios verdes, con aspecto rústico, así como en adornos de piletas y fuentes de agua.
La gran proliferación de los bambúes por el mundo los ha vuelto un material que puede verse como demasiado común para ser tan especial, motivo por el que mucho no creen en su potencial para la construcción, pero en oriente, este ha sido desde siempre el material predilecto para construir casas, residencias lujosas y resorts, pero también para hacer iglesias y puentes.
Esta es la Casa de Bambú, en Madrid: