Pixar acaba de estrenar Red (Turning Red) en Disney+ y los fans no dejan de hablar de ella.
Mientras que la discusión ha estado en torno a quienes dicen que es una cinta para un público muy específico, otros están alabando el hecho de que por fin exhiba temas como la menstruación y los cambios hormonales que atravesamos durante la pubertad.
Sin embargo, hay muchos otros puntos que hay que destacar y que nos vienen como anillo al dedo a los adultos, como lo es el haber crecido bajo la presión de nuestros padres y lo que los llevó a ellos a ser así.
A menudo, Pixar muestra momentos específicos emocionalmente destinados a los adultos por lo que hay muchas formas en las que uno se puede ver reflejado en la cinta.
Mientras que la protagonista es Meilin, una niña de 13 años que se transforma en un panda rojo cuando pierde el control, su madre Ming se convierte en un personaje que es imposible ignorar.
En un principio podría parecer que es una especie de antagonista puesto que es una madre controladora que se la vive presionando a Mei para ser la hija perfecta. Ella es la encargada de mantener su hogar y el templo familiar en balance total por lo que ante cualquier desperfecto, no dudará en tomar acción.
A lo largo de la cinta somos testigos de la complicada relación entre ambas pues aunque Meilin hace todo para seguir siendo perfecta, la comunicación sigue estando fracturada.
Si bien uno de los mensajes de la cinta es que a veces debemos romper con los deseos de nuestros padres para tomar nuestras propias decisiones, es una invitación a seguir la conversación sobre las heridas no sanadas que se traspasan entre generaciones.
*Spoiler alert*
Ming ciertamente se preocupaba por el bienestar de su hija pero detrás de su insistencia por controlarla, había una niña temerosa por haber decepcionado a su propia madre.
Una de las escenas más emotivas y poderosas de la cinta es cuando Meilin se encuentra con la versión adolescente de su madre y entre lágrimas le dice: “Perdí el control, estoy cansada de ser perfecta. Jamás seré lo suficientement ebuena para ella”.
El panda de Ming era enorme, mucho más que el de sus hermanas e hija, con lo que representa las emociones que siempre tuvo que reprimir.
Ming no es abusiva, sino una madre sobreprotectora con su propio trauma. Ella sólo estaba haciendo lo que creía correcto debido a cómo fue criada y hecho para sentir
Los psicoanalistas afirman que los niños (generalmente las hijas) experimentan la llamada “herida de la madre” cuando su madre ejerce una crianza crítica, que no le permite expresar emociones negativas y que espera que ésta (la hija) la apoye con sus propias necesidades físicas o emocionales.
Esto por supuesto viene de una cadena de generaciones atrás en la que muchas madres han sufrido abuso emocional (o físico), que aprendieron a ser demasiado duras consigo mismas y que no procesaron el trauma, por lo tanto, no son tan capaces de ofrecer amor y cuidado sin ejercer la misma presión sobre otros.
Por supuesto, esto se incrementa en una sociedad como la nuestra que pone un gran peso sobre las mujeres. Tenemos muchas creencias estereotipadas que nos llevan a ser tan duras con nosotras mismas y nuestra hijas.
Es entonces cuando las hijas se ven atrapadas en un dilema sobre aceptar lo que mamá cree para estar “a su altura” y tener su amor o luchar por sus propias creencias y empoderarse.
Quizá no podemos cambiar muchas cosas pero podemos aprender a liberar nuestras emociones, a desarrollar la autoconciencia y aprender a perdonar.