La familia real británica acata muchas tradiciones bien conocidas, pero también se dice que tienen algunos hábitos extraños en cuanto a su alimentación.
Sin embargo, no es solo la extravagante magnificencia de sus comidas y tradiciones lo que resulta fascinante, sino también las peculiaridades del día a día que cada uno de ellos disfruta, lejos del protocolo. El circo mediático que los acecha 24/7 hace que sea fácil olvidar que son seres humanos, con alimentos que odian y pequeñas preferencias y toques personales que les gusta agregar a sus comidas. Aunque claro, hay cosas como el hecho de que no se les permite beber agua del grifo. Es una vida extraña.
Harry y William aman la comida rápida, especialmente McDonald’s
La dieta de un príncipe no solo gira en torno a las bandejas de langosta y el caviar. Si bien el príncipe Harry y William son príncipes reales de nacimiento, se sabe que tienen paladares como cualquier mortal. El exchef personal de la familia real, Darren McGrady, aseguró en una entrevista que la propia princesa Diana los consentía de vez en cuando con comida chatarra. «Recuerdo que n una ocasión dijo ‘Cancele el almuerzo para los niños que voy a llevar, vamos a McDonald’s’. Y dije ‘Oh, Dios mío, su alteza real, puedo hacer eso, puedo hacer hamburguesas’. Y ella dijo: ‘No, es el juguete que quieren’. Sí, a los chicos les encantaba McDonald’s, y salían a comer pizza y comían pieles de papa, algo así como la comida estadounidense «. No los culpamos. Las papas fritas de McDonald’s son adictivas.
Philip una vez hizo que el personal intercambiase cenas con él.
Aunque puede ser una regla general que las cenas más sofisticadas requieran porciones más pequeñas, el príncipe Felipe ciertamente acata un libro de reglas diferente. McGrady comparte: «El príncipe Philip entró en la cocina y dijo: ‘¿Qué hay de cenar esta noche?’ Y dije: ‘Tengo estos pequeños cortes de carne de cordero para usted, su Alteza Real’. Miró y dijo: ‘¿Qué es eso, qué son?’ Y dije: ‘Oh, esas son chuletas, Su Alteza’. Quería saber para quién eran, y yo dije que eran míos. Y él dijo: ‘Oh, ¿no puedo tener eso mejor?'». El chef real cuenta que en esa ocasión terminó dándole las piezas más grandes piezas más carnosas, aunque no fueran tan sofisticadas como el cordero.
Nada de ajo
El ajo es básico en cualquier cocina para darle sabor a los alimentos pero en el Palacio es algo prohibido. No es porque sea un riesgo particular, sino porque la reina lo prohíbe por completo. Según John Higgins, un exchef del palacio, nunca se podía servir nada para el almuerzo o la cena con demasiadas cosas (o con cebollas). La teoría dice que esto es para evitar el mayor efecto secundario del ajo: el mal aliento.
Contenedores para comida por doquier
Aunque no lo creas, en el palacio recurren con frecuencia a los contenedores conocidos como tuppers para almacenar los restantes de comida. La reina detesta malgastar así que no tolera que se desperdicie la comida y es capaz de almorzar sobrantes con tal de comerse todo. Así, si hubiera sobras de cordero asado una noche, la comida del día siguiente podría ser un pastel de Shepard. Sin duda, es algo muy común en las casa de nosotros los mortales, pero quién diría que también de la corona británica.
Una vez que la reina ha terminado de comer, nadie más puede seguir comiendo
Si su Majestad llega a invitarte a cenar, debes comer a su ritmo o más rápido porque tan pronto como ella baje el cuchillo y el tenedor. Ésta será señal para que los meseros entren a retirar todos los platos, incluso si no hubieras terminado, estarían limpiando la mesa
Curiosamente, la Reina siempre llegaba tarde a la cena, así que mintieron sobre la hora
Si la cena es a las 8.30 en, los organizadores solían decirle que la cena era a las 8.15, así ella legaría a tiempo o elegantemente tarde. «Todos los demás llegaría a la hora acordada y ella jamás lo notaría», aseguró uno de los chefs del Palacio durante una entrevista.
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