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Muere el Papa Francisco a los 88 años

Francisco, el primer papa latinoamericano que mostró un estilo encantador y humilde, muere con 88 años

CIUDAD DEL VATICANO (AP) — El papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia, que cautivó al mundo con su estilo humilde y su preocupación por los pobres mientras incomodó al sector conservador con sus críticas al capitalismo y al cambio climático, murió el lunes. Tenía 88 años.

El Vaticano informó que Francisco murió de un derrame cerebral que lo dejó en coma y provocó una insuficiencia cardíaca irreversible.

Las campanas repicaron en las torres de las iglesias de toda Roma tras el anuncio, que fue leído por el cardenal Kevin Ferrell, camarlengo del Vaticano, desde la capilla de la Domus Santa Marta, donde vivía Francisco.

“A las 7:35 de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia”, anunció Ferrell.

Francisco, que sufría una enfermedad pulmonar crónica y a quien se extirpó parte de un pulmón en su juventud, fue admitido en el hospital Gemelli el 14 de febrero de 2025 por una crisis respiratoria que derivó en una neumonía bilateral. Pasó 38 días ingresado, la hospitalización más larga de sus 12 años de papado.

Sin embargo, salió el Domingo de Resurrección —un día antes de su muerte— para bendecir a miles de personas en la plaza de San Pedro y sorprenderlas con un paseo en el papamóvil por la plaza, lo que provocó vítores y aplausos entusiastas.

Desde su primer saludo como papa —un casual “Buonasera” (“Buenas noches”)— hasta su acogida a los refugiados y los oprimidos, Francisco marcó un tono diferente en su papado, enfatizando la humildad sobre la soberbia en una Iglesia católica asolada por el escándalo y la indiferencia.

¿Quién fue el Papa Francisco?

Jorge Mario Bergoglio S. J. nació en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936 y fue el papa número 265 de la Iglesia católica y jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, desde el 13 de marzo de 2013, eligiendo el nombre de Francisco I.

Luego de la muerte del Papa Juan Pablo II el 2 de abril de 2005, Bergoglio fue considerado uno de los candidatos a tomar el lugar del Sumo Pontífice, cargo para el cual fue electo Joseph Ratzinger, quien adoptó el nombre papal de Benedicto XVI).

Bergoglio fue presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos períodos. Impedido por el estatuto de asumir un nuevo mandato, durante la 102.º asamblea plenaria de ese organismo se eligió al arzobispo de la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz, José María Arancedo, para sucederlo.

Al morir Juan Pablo II, eran 117 los cardenales menores de 80 años en condiciones de votar para elegir un nuevo papa, entre los cuales se encontraba el cardenal Bergoglio, de quien se dice que logró obtener 40 votos de los 77 que eran necesarios para ser elegido (es decir, el segundo lugar detrás del que fue elegido y convertido en Benedicto XVI, el cardenal Joseph Ratzinger.

Tras esa noche lluviosa del 13 de marzo de 2013, el argentino Jorge Mario Bergoglio trajo un soplo de aire fresco a una institución de 2,000 años de antigüedad que había visto decaer su influencia durante el problemático pontificado de Benedicto XVI, cuya sorpresiva renuncia llevó a la elección de Francisco.

Sin embargo, el nuevo papa no tardó en hacerse de problemas propios y los conservadores se molestaron cada vez más con su tendencia progresista, su acercamiento a los católicos de la comunidad LGBTQ+ y su represión contra los tradicionalistas.

Su mayor reto llegó en 2018, tras el mal manejo de un polémico caso de abuso sexual clerical en Chile, cuando el escándalo que se había gestado con sus predecesores estalló nuevamente bajo su supervisión.

Luego, el papa trotamundos, a quien las multitudes amaban, tuvo que navegar una realidad sin precedentes al liderar una religión universal durante la pandemia de coronavirus desde una Ciudad del Vaticano cerrada.

Francisco imploró al mundo que usara el COVID-19 como una oportunidad para repensar el marco económico y político global que, según dijo, había puesto a los ricos en contra de los pobres.

“Nos hemos dado cuenta de que estamos en el mismo barco, todos frágiles y desorientados”, dijo Francisco en una Plaza de San Pedro vacía durante una oración solitaria en marzo de 2020. En paralelo, subrayó que la pandemia también mostró la necesidad de que “todos rememos juntos, cada uno con la necesidad de consolar al otro”.

Reformando el Vaticano

Francisco fue elegido con el mandato de reformar la burocracia del Vaticano y sus finanzas, pero fue más allá de eso y sacudió a la Iglesia sin cambiar su doctrina central.

“¿Quién soy yo para juzgar?”, respondió cuando se le preguntó acerca de un sacerdote presuntamente gay.

El comentario envió un mensaje de acogida a la comunidad LGBTQ+ y a quienes se sentían rechazados por una Iglesia que había enfatizado ciertas reglas de comportamiento sexual por encima del amor incondicional.

“Ser homosexual no es un crimen”, dijo a The Associated Press en 2023, llamando a terminar con las leyes civiles que criminalizan la homosexualidad.

Al enfatizar la misericordia sobre la moral, Francisco cambió la posición de la Iglesia sobre la pena de muerte, declarándola inadmisible en cualquier circunstancia. También modificó la posición eclesiástica al declarar que la mera posesión de armas nucleares —y no sólo su uso— era “inmoral”.

En otros hitos, aprobó un controversial acuerdo con China sobre los nombramientos de obispos que había irritado al Vaticano por medio siglo, se convirtió en el primer papa en reunirse con un patriarca ruso y trazó nuevas relaciones con el mundo musulmán al convertirse en el primer pontífice en visitar la península arábiga e Irak.

Francisco reafirmó que únicamente los hombres célibes podían ser sacerdotes y sostuvo la oposición de la Iglesia al aborto, procedimiento que equiparó a “contratar a un sicario para resolver un problema”.

Posiciones para las mujeres

Francisco incorporó a varias mujeres a posiciones que involucraban importantes tomas de decisiones en el Vaticano y les permitió fungir como lectoras y acólitas en las parroquias. Además, permitió que las mujeres pudieran votar junto con los obispos en sínodos en respuesta a las quejas que señalaban que éstas realizan gran parte del trabajo de la iglesia pero son excluidas de las altas esferas del poder.

La hermana Nathalie Becquart, a quien Francisco asignó uno de los puestos más altos en el Vaticano, dijo que el legado del papa era su visión de una Iglesia en la que hombres y mujeres coexistieran en una relación de reciprocidad y respeto.

“Se trataba de cambiar un patrón de dominación —del ser humano a la creación, de los hombres a las mujeres— a un patrón de cooperación”, dijo Becquart, la primera mujer en ocupar un puesto con derecho a voto en un sínodo del Vaticano.

Priorizando la Iglesia como refugio

A pesar de que Francisco no permitió que las mujeres fueran ordenadas, su reforma fue parte de un cambio revolucionario que enfatizó que la Iglesia católica debería ser un refugio para “todos, todos, todos” y no sólo un espacio para los privilegiados.

Migrantes, pobres, prisioneros y marginados fueron invitados a su mesa, incluso más que presidentes o empresarios poderosos.

“Para el papa Francisco, siempre se trató de extender los brazos de la Iglesia para acoger a todas las personas, no excluir a nadie”, dijo el cardenal Kevin Farrell, a quien Francisco nombró camarlengo, un funcionario que asume el control después de la muerte o retiro de un pontífice.

Francisco exigió que sus obispos tuvieran misericordia y caridad con sus feligreses, presionó al mundo para proteger la creación de Dios del desastre climático y desafió a los países a dar la bienvenida a quienes huyen de la guerra, la pobreza y la opresión.

Tras visitar México en 2016, Francisco dijo sobre el entonces candidato presidencial estadounidense Donald Trump que cualquiera que construya un muro para mantener fuera a los migrantes “no es cristiano”.

Si bien los progresistas estaban encantados con el enfoque que Francisco dio al mensaje de misericordia e inclusión de Jesús, también preocupó a los conservadores, quienes temían que diluyera la enseñanza católica y amenazara la identidad cristiana de Occidente. Algunos incluso lo llamaron hereje.

Unos cuantos cardenales lo desafiaron abiertamente y él respondió con su típica respuesta al conflicto: silencio.

Francisco facilitó que los católicos pudieran anular un matrimonio, permitió que los sacerdotes ordinarios absolvieran a mujeres que habían tenido abortos y decretó que pudieran bendecir a parejas del mismo sexo. Además, abrió un debate sobre temas como la homosexualidad y el divorcio y dio a los pastores un margen de maniobra para discernir sobre el modo de acompañar a sus feligreses en lugar de darles reglas estrictas que aplicar.

Usando el modelo de San Francisco de Asís

Francisco vivió en el hotel del Vaticano en lugar del Palacio Apostólico, usaba sus viejos zapatos ortopédicos en lugar de los mocasines rojos del papado y fue un ejemplo para las clases clericales al usar autos compactos en lugar de sedanes de lujo.

“Veo claramente que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de sanar heridas y de dar calor a los corazones de los fieles”, dijo a la revista jesuita La Civilta Cattolica en 2013. “Veo a la Iglesia como un hospital de campaña después de la batalla”.

Como si convertirse en el primer papa jesuita y latinoamericano de la historia no hubiera sido suficiente, también fue el primer papa en nombrarse a sí mismo en honor a San Francisco de Asís, el fraile del siglo XIII conocido por su sencillez personal, su mensaje de paz y su preocupación por los marginados y la naturaleza.

Francisco se dirigió a los desempleados y a los enfermos, a los discapacitados y a los sin hogar. También se disculpó formalmente con los pueblos indígenas por los crímenes de la Iglesia desde la época colonial en adelante.

Él mismo también sufrió. Parte de su colon fue removido en 2021 y necesitó otra cirugía en 2023 para reparar una dolorosa hernia de su pared abdominal y retirar tejido intestinal cicatrizado. A partir de 2022, debido a problemas en las rodillas, tuvo que usar bastón o silla de ruedas con frecuencia y atravesó por varios ataques de bronquitis.

Francisco llegó hasta los márgenes de la sociedad para actuar con misericordia, acariciando la cabeza deformada de un hombre en la Plaza de San Pedro, besando el tatuaje de un sobreviviente del Holocausto o invitando a los “cartoneros” —los rebuscadores de basura— de Argentina a unirse a él en un escenario de Río de Janeiro.

“Siempre nos han marginado pero el papa Francisco siempre nos ayudó”, dijo Coqui Vargas, una mujer transgénero cuya comunidad forjó una relación única con Francisco durante la pandemia.

Su primer viaje como papa fue a la pequeña isla de Lampedusa, en ese momento la zona cero de la crisis migratoria de Europa. Consistentemente, eligió visitar países pobres donde los cristianos a menudo eran minorías perseguidas en lugar de centros del catolicismo global.

El obispo Marcello Sánchez Sorondo, amigo de Francisco y compatriota argentino, dijo que su preocupación por los pobres y los marginados se basaba en las ocho bendiciones que Jesús pronunció en el Sermón de la Montaña para los mansos, los misericordiosos, los pobres de espíritu y otros.

“¿Por qué son las bienaventuranzas el programa de este pontificado? Porque fueron la base del propio programa de Jesucristo”, afirmó Sánchez.

Pasos en falso en el escándalo de abuso sexual clerical

Pasó más de un año antes de que Francisco se reuniera con sobrevivientes de abusos sexuales cometidos por sacerdotes y hubo grupos de víctimas que inicialmente cuestionaron si realmente entendió el alcance del problema.

Francisco creó una comisión de abuso sexual para asesorar a la Iglesia sobre mejores prácticas, pero perdió su influencia después de unos años y su recomendación principal —la creación de un tribunal especial para juzgar a los obispos que encubrieron a los sacerdotes abusadores— no se concretó.

Después llegó la mayor crisis de su papado, cuando desacreditó a las víctimas de abuso chilenas en 2018 y apoyó a un controversial obispo vinculado al abusador. Francisco eventualmente se dio cuenta de su error e invitó a las víctimas al Vaticano para emitir un mea culpa personal y convocó a toda la cúpula de la Iglesia chilena a renunciar en masa.

Aunque esa crisis terminó, pronto estalló una nueva en torno al excardenal Theodore McCarrick, el arzobispo retirado de Washington y consejero de tres papas.

Francisco se había movido ágilmente para dejar de lado a McCarrick tras una acusación de que había abusado de un monaguillo en la década de 1970. No obstante, el pontífice fue acusado por el exembajador del Vaticano en Estados Unidos de haber rehabilitado a McCarrick al principio de su papado.

Expulsó del sacerdocio a McCarrick después de que una investigación del Vaticano determinara que abusó sexualmente de adultos además de menores. Cambió la ley de la Iglesia para eliminar el secreto pontificio que encubre los casos de abuso y trazó procedimientos para investigar a los obispos que abusaron o encubrieron a sacerdotes pedófilos, esperando terminar con la impunidad en la jerarquía.

“Sinceramente quería hacer algo y lo transmitió”, dijo Juan Carlos Cruz, uno de los sobrevivientes de abuso chilenos que Francisco desacreditó en 2018 y quien después desarrolló una estrecha amistad personal con el pontífice.

Un cambio después de Benedicto

El camino hacia la elección de Francisco en 2013 fue allanado por la notable decisión del papa Benedicto XVI de renunciar y jubilarse —el primero en 600 años— y creó la realidad sin precedentes de tener dos papas viviendo en el Vaticano.

Francisco no rehuyó la sombra potencialmente incómoda de Benedicto, sino que lo acogió como un sabio anciano estadista a quien recurrió en busca de consejo y persuadió a salir de su retiro enclaustrado para participar en la vida pública de la Iglesia.

“Es como tener a tu abuelo en casa, un abuelo sabio”, dijo.

Francisco también elogió la decisión de Benedicto XVI de retirarse y dijo que “abrió la puerta” a otros que siguieran su ejemplo. Eso alimentó la especulación de que Francisco también podría retirarse, pero después de la muerte de Benedicto afirmó que el papado es un trabajo de por vida.

El estilo litúrgico más relajado de Francisco y sus prioridades pastorales dejaron en claro que él y el teólogo nacido en Alemania provenían de tradiciones religiosas muy diferentes y, en varios casos, Francisco anuló directamente decisiones tomadas por su predecesor.

Se aseguró de que el arzobispo Óscar Romero, un héroe para el movimiento de la teología de la liberación en América Latina, fuera canonizado después de que su caso languideciera bajo el papado de Benedicto por preocupaciones sobre la inclinación marxista del credo.

También reimpuso restricciones a la celebración de la misa latina tradicional que Benedicto había relajado, argumentado que el rito tridentino había dividido a la Iglesia. La decisión irritó a los críticos más tradicionalistas de Francisco y dio pie a lo que se convirtió en una temporada de conflicto entre los católicos derechistas, particularmente en Estados Unidos, y el papa argentino.

Los conservadores se alejan de Francisco

Para entonces, los conservadores ya se habían distanciado de él, sintiéndose traicionados tras la apertura de un debate sobre el divisivo tema de permitir que los católicos vueltos a casar recibieran los sacramentos si no obtenían una anulación.

“No nos gusta este papa”, dijo un titular provocativo en el diario conservador de Italia Il Foglio, lo que reflejó la inquietud del pequeño pero expresivo movimiento católico tradicionalista que fue mimado por Benedicto.

Esos mismos críticos amplificaron sus quejas cuando Francisco aprobó bendiciones eclesiásticas a parejas del mismo sexo y el controversial acuerdo con China sobre el nombramiento de obispos. Los detalles de éste nunca se hicieron públicos, pero críticos lo acusaron de traicionar a quienes practicaban el catolicismo de manera clandestina en China y se mantuvieron leales a la Santa Sede durante décadas de persecución. En tanto, el Vaticano lo defendió como el mejor trato que pudo lograr antes de que China cerrara la puerta por completo.

El cardenal estadounidense Raymond Burke, uno de los principales opositores de Francisco, dijo que la Iglesia se había convertido “en un barco sin timón”.

Burke libró su campaña de oposición por años. Empezó cuando Francisco lo despidió como prefecto del tribunal supremo de justicia y culminó cuando levantó la voz ante el sínodo de Francisco con respecto al futuro de la Iglesia en 2023.

En dos ocasiones se unió a otros cardenales conservadores para pedir formalmente a Francisco que se explicara en asuntos relacionados con la doctrina y que reflejaban una tendencia más progresista, incluyendo la posibilidad de bendecir a parejas del mismo sexo y su acercamiento a católicos divorciados y que se habían vuelto a casar por la vía civil.

Francisco eventualmente impuso sanciones económicas a Burke, acusándolo de sembrar “desunión”. Fue uno de varios movimientos de personal que hizo tanto en el Vaticano como alrededor del mundo para llevar el balance de poder de los líderes doctrinales a aquellos más pastorales.

Francisco insistió en que sus obispos y cardenales se impregnaran del “olor de sus ovejas” y asistieran a los fieles. A quienes no lo hicieron les hizo saber su disgusto.

Su discurso de Navidad de 2014 en la Curia del Vaticano se convirtió en una de las mayores reprimendas papales de la historia: de pie en la Sala Clementina de mármol del Palacio Apostólico, Francisco enumeró 15 dolencias que, dijo, pueden afectar a sus colaboradores más cercanos, incluidos el “alzhéimer espiritual”, las ansias de poder y el “terrorismo de los chismes”.

Tratando de eliminar la corrupción, supervisó la reforma del Banco Vaticano y procuró luchar contra los burócratas y meterlos en cintura, limitando su compensación y capacidad de recibir obsequios u otorgar contratos públicos.

Además autorizó que la policía vaticana realizara redadas en su propia Secretaría de Estado y en la agencia de vigilancia financiera debido a sospechas de una inversión de unos 350 millones de euros (unos 365 millones de dólares) en una empresa inmobiliaria de Londres. Tras un juicio de dos años y medio, el tribunal vaticano condenó a quien alguna vez fue un poderoso cardenal, Angelo Becciu, de malversación de fondos y dictó sentencias mixtas contra otras nueve personas, absolviendo a una.

El juicio, sin embargo, terminó siendo una suerte de búmeran reputacional para la Santa Sede, demostrando deficiencias en el sistema legal vaticano, disputas territoriales entre monseñores y las maneras en que el papa había intervenido en el caso en nombre de los fiscales.

Mientras ganó elogios por tratar de dar un giro a las finanzas del Vaticano, Francisco atrajo la ira de los conservadores estadounidenses por sus frecuentes críticas al mercado financiero global, que favorece a los ricos a expensas de los pobres.

La justicia económica fue uno de los temas más importantes de su papado, y no lo ocultó en su primer encuentro con periodistas cuando dijo que quería una “Iglesia pobre que sea para los pobres”.

En su primer gran documento de enseñanza, “La alegría del Evangelio”, Francisco denunció las teorías económicas de derrame como no probadas e ingenuas y dijo que se basan en una mentalidad “donde los poderosos se alimentan de quienes no tienen poder” sin tener en cuenta la ética, el medio ambiente o incluso a Dios.

“¡El dinero debe servir, no gobernar!”, dijo al pedir a los líderes políticos que reformaran el sistema.

Explicó más ese mensaje en su ecoencíclica “Alabado seas”, en la que denunció el sistema económico global “estructuralmente perverso” que, dijo, explotaba a los pobres y corría el riesgo de convertir a la Tierra en “una inmensa pila de inmundicia”.

Francisco fue tildado de marxista por algunos conservadores estadounidenses. Él rechazó la etiqueta y dijo que tenía muchos amigos marxistas.

Fútbol, ópera y oración

Nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio fue el mayor de cinco hijos de inmigrantes italianos.

Atribuyó a su abuela Rosa haberle enseñado a orar y durante los fines de semana escuchaba ópera en la radio, asistía a misa y a los partidos del club de fútbol San Lorenzo, amado por la familia. Como papa, su amor por el fútbol le trajo una gran colección de camisetas de visitantes.

Dijo que recibió su llamado religioso cuando tenía 17 años y se dirigía a confesarse. “Algo extraño me pasó en esa confesión”, relató en una biografía autorizada de 2010. “No sé qué fue, pero cambió mi vida… Me di cuenta de que me estaban esperando”.

Ingresó al seminario diocesano cuatro años después y, en 1958, se transfirió al seminario jesuita, atraído por la tradición misionera y la militancia de la Compañía de Jesús.

Fue por esta época que sufrió un ataque serio de neumonía que derivó en la extirpación de la parte superior de su pulmón derecho. Su frágil salud le impidió convertirse en misionero como había deseado, y su mermada capacidad pulmonar fue quizá responsable de su voz como susurro y su renuencia a cantar durante la misa.

El 13 de diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote y de inmediato comenzó a enseñar. En 1973, fue nombrado jefe de los jesuitas en Argentina, cargo que luego reconoció como una “locura”, ya que solo tenía 36 años.

“Mi forma autoritaria y rápida de tomar decisiones me llevó a tener serios problemas y ser acusado de ser ultraconservador”, admitió en su entrevista con La Civiltà Cattolica.

La vida bajo la dictadura argentina

Su mandato de seis años como provincial jesuita coincidió con el comienzo de la dictadura de Argentina, que duró de 1976 a 1983, cuando los militares lanzaron una campaña brutal contra las guerrillas de izquierda y otros opositores al régimen.

Bergoglio no confrontó públicamente a la junta y fue acusado de permitir que dos sacerdotes de barrios marginales fueran secuestrados y torturados por no respaldar públicamente su trabajo.

Se negó durante décadas a disputar esa versión de los hechos. No fue sino hasta 2010 que, en una biografía autorizada, finalmente contó los esfuerzos que hizo tras bambalinas para salvarlos, como persuadir al sacerdote de la familia del temido dictador Jorge Videla para que se reportara enfermo y él pudiera dar misa en su lugar. Una vez en casa del líder de la junta, Bergoglio pidió clemencia en privado. Ambos sacerdotes fueron eventualmente liberados, entre otros pocos sobrevivientes.

Una vez que se convirtió en papa, comenzaron a surgir relatos de personas —sacerdotes, seminaristas y disidentes políticos— a las que Bergoglio salvó durante la “guerra sucia”, al permitirles permanecer en el seminario de incógnito o ayudarles a salir del país.

Bergoglio viajó a Alemania en 1986 para investigar para una tesis que nunca terminó. A su regreso a Argentina, se mantuvo en Córdoba durante un período que calificó como una “gran crisis interior”.

Sin el aprecio del liderazgo más progresista de los jesuitas de Argentina, Bergoglio fue rescatado de la oscuridad por San Juan Pablo II, quien lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires en 1992.

Seis años después fue nombrado arzobispo y en 2001 cardenal.

Estuvo cerca de convertirse en papa en 2005, cuando fue elegido Benedicto, al obtener la segunda mayor cantidad de votos en varias rondas de votación.

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La cobertura de religión de Associated Press recibe apoyo a través de la colaboración de AP con The Conversation US, con financiación de Lilly Endowment Inc. AP es el único responsable de este contenido.

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