La sorpresiva salida de Simone Biles de la competencia de gimnasia en Tokio 2020 se convirtió en el tema de conversación en todo el mundo. La medallista reveló no estar bien y que no participaría en la final para enfocarse en su salud mental.
Las palabras de Simone sobre «sentir el peso del mundo en sus hombros» reabrió el debate en torno a los abusos que existen en la gimnasia y cómo no puede seguir pasando por alto.
Las historias de las gimnastas son escalofriantes, desde los abusos sexuales cometidos por el ex médico Larry Nassar, hasta los entrenadores que las obligaron a seguir pese a estar lesionadas.
Entre aquellos relatos se encuentra el de Elena Mukhina (Yelena Mújina), gimnasta soviética que a a pesar de haber ganado el título de «la mejor del mundo», terminó siendo víctima de una tragedia que acabó con su vida.
Yelena fue criada por su abuela, Anna Ivanovna, quien desde muy niña le inculcó el gusto por la gimnasia. Ella irrumpió en escena en el Campeonato Mundial de 1978 en Francia, y en lo que fue una de las actuaciones más impresionantes de la historia, ganó la medalla de oro, superando a la campeona olímpica Nadia Comăneci. También empató por la medalla de oro en el ejercicio de piso, además de ganar la plata en barra de equilibrio y barras asimétricas.
La gimnasta se convirtió en una de las atletas más asediadas pero en 1970, una pierna rota la dejó fuera de varias competencias. Yelena estaba forzada a recuperarse para volver a sus rutinas lo que la llevó a tener una lesión mal tratada combinada con la presión para dominar un peligroso y difícil movimiento acrobático (el Salto Thomas).
La gimnasta ya era reconocida por sus ejercicios de piso, los cuales se consideraron revolucionarios para la época ya que incluían un salto combinado nunca antes visto (el «Muchina»).
Mukhina tenía toda la presión de su propio entrenador y otros entrenadores soviéticos de alto rango para agregar el Salto Thomas a sus rutinas.
Este era extremadamente peligroso porque dependía de mucha fuerza para poder obtener suficiente altura y velocidad y así ejecutar todos los giros en el aire.
Se necesitaba una sincronización casi perfecta para evitar caer por una mala rotación y con la lesión previa que tenía Yelena, hizo que no tuviese la movilidad y fuerza suficiente para lograrlo.
Fue así como antes de la apertura de los Juegos Olímpicos de verano de 1980, la gimnasta hizo un mal movimiento que provocó que se estrellara contra su mentón, rompiéndole la columna vertebral y dejándola cuadrapléjica. Tenía 20 años.
Para el régimen comunista, el éxito deportivo era como una exhibición de fortaleza y una herramienta para demostrar su poder político. Esto hizo que los entrenadores de Yelena estuviesen tan apresurados por la competencia.
Mújina estaba entrenando en el Palacio de Deportes de Minsk cuando ocurrió el accidente. Su entrenador no estaba presente pero para «compensarla», la Unión Soviética le otorgó la Orden de la Insignia de Honor en 1980. La gimnasta asumió parte de la responsabilidad diciendo que no se protegió lo suficiente.
En una entrevista con la revista Ogonyok, Mújina culpó a los médicos de TsITO (Instituto Central de Traumatología y Ortopedia) por apresurar su regreso a los entrenamientos.
«… mi lesión podría haberse esperado. Fue un accidente que podría haberse anticipado. Era inevitable. Había dicho más de una vez que me rompería el cuello haciendo ese elemento. Me había lastimado mucho varias veces, pero él (el entrenador Mikhail Klimenko) simplemente respondió que la gente como yo no se rompe el cuello», dijo.
Yelena falleció el 22 de diciembre de 2006 por aparentes complicaciones de cuadriplejía.
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