“Cuando crezcas y seas madre me vas a entender”. “Nunca sabrás lo que es el amor verdadero hasta que no tengas un hijo”. “Ya te vino el primer período, pronto podrás ser mamá”. “Ya llegaste a los 30 y no has concebido, no te vayas a quedar”. “Cumpliste 40, la menopausia está cerca ¿vas a perder la mejor oportunidad de tu vida?”.
Desde niñas, las mujeres estamos sintiendo la presión de la sociedad que nos inculca en la cabeza que debemos concebir. Hace unos años, ese era la única finalidad de una fémina. Prácticamente veníamos al mundo para casarnos y ser madres. Las oportunidades laborales eran una exclusividad de los hombres.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado. Hoy somos profesionales y queremos ser dueñas de nuestro propio destino. Sin embargo, el estigma sigue machacándonos la cabeza: «¿Cuándo vas a ser madre?”.
Se madre ya no es un destino obligado
No todas las mujeres nacemos con lo que llaman el “instinto maternal”. Actualmente tenemos otras prioridades y ser madre no es el destino obligado con el que nos marcaron desde hace siglos.
“La concepción de la maternidad/paternidad como opción y no como destino obligado de una pareja es una tendencia que se consolida poco a poco”, explicó la filósofa Elisabeth Badinter a los expertos de Psicopedia.
La especialista asegura que la noción de instinto maternal es el mayor engaño de la humanidad. Cada vez más, no solo las mujeres, sino las parejas en general toman la decisión unificada de no tener hijos. Muchas veces influye el deseo de desarrollarse profesionalmente, dedicarse plenamente a la vida propia, funcionar perfectamente como pareja tal y como se encuentra la relación sin un factor extra.
Son muchas las razones por las que ser madre no es una obligación. Es una decisión que se toma voluntariamente y por la cual no debemos sentirnos malas personas. Aumentan las mujeres que quieren labrar un futuro con sus propias expectativas y no siguiendo un modelo social.
¿Somos egoístas al no querer ser madres?
“No quiero tener hijos… y punto”. Es tan difícil explicarle eso a la sociedad que nos rodean. Nuestros padres anhelan nietos, nuestros hermanos sobrinos, pero ¿dónde quedan nuestros propios anhelos y decisiones? Más allá de las presiones sociales, nos encontramos con mujeres que desean entregarse por completo a tener una vida plena y un hijo no amerita una atención que no está entre los planes. Cada uno de los seres humanos somos diferentes y tenemos nuestras propias prioridades. Somos completas desde que venimos el mundo y ser madres o no serlo no cambia en absoluto nuestro aporte a la sociedad.
A veces nuestro propio deseo, en contraste con lo que nos grita constantemente la sociedad, nos crea desasosiego, incertidumbre y dudas. Nos sentimos inseguras y podemos caer en ansiedad, culpa y depresión.
Decidir no ser madre no es echar a un lado la idea de tener una familia. Esta es algo que lo conformamos con los miembros que deseamos. Decidir no ser madre no nos hace egoísta, ni mucho menos incompletas.
La idea social de que nuestro destino es la maternidad, resulta un engaño del que debemos desprendernos. Es hora de decidir por nuestros propios sueños y dejar a un lado los miedos y la culpa. Es hora de ponerle un freno a la expectativas de los demás ¡Ya basta de juzgarnos!
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