María (nombre ficticio) tiene 22 años y fue víctima de la inseguridad a la que muchas mujeres estamos expuestas cada vez que andamos en la calle solas o tomamos un transporte privado.
La joven solicitó el servicio de Cabify un domingo en la madrugada para regresar a casa sin tener que caminar sola o tomar el transporte privado. Era la 1.10 horas pero llegó a su destino unos 80 minutos después en un trayecto que se suponía corto.
Según ha relatado en Twitter, María fue a cenar con un amigo y al terminar llamó a dicho servicio. «El conductor no llega, se presenta media hora tarde y, una vez que llega, me dice que vamos a parar a comprar tabaco y que si por favor puedo hacerle el favor de bajar. Le digo que no me parece pertinente, que quiero llegar a casa porque estoy cansada y que no», escribió.
El chófer aceptó la oposición de la joven, pero a partir de ahí comenzó el acoso continuo.
«¿Tienes novio? ¿Quieres sexo? No te pongas así, feminazi de mierda… ¿Quieres ver un buen pene y no uno de esos pequeños de tus colegas?», todo eso y más tuvo que escuchar María durante el trayecto.
El chofer se tocaba y alcanzó a tocar las piernas de María, quien trató de zafarse como pudo, pero en cuanto comenzó a pedirle que se quitara, activó los seguros de las puertas. Él decía que estaba perdido, pero en la aplicación se veía cómo sólo estaba dando vueltas.
Sólo cuando la joven se puso histérica, comenzó a dar patadas y cogió el móvil, el chófer, por temor a que llamara a la policía, la sacó del auto de manera violenta, le escupió e insultó: «No te vas a comer un pene en tu vida», al tiempo que le mostraba su órgano sexual, según lo que relató la joven. Ahora, el chófer de Cabify está denunciado por acoso y abuso sexual. Tras la queja de la joven, Cabify le envió un mensaje agradeciendo la información, pidiéndole disculpas por lo ocurrido y anunciado que harían llegar el incidente al Departamento de Calidad de Conductores «para que puedan tomar las medidas necesarias, para asegurarse de que no se repetirán situaciones similares».
Los hechos ocurrieron en el barrio de Malasaña, en España. La joven tuvo suerte de salir de ahí pero los casos de acoso, abuso sexual y feminicidios a bordo de este tipo de transportes parecen estar a la alza en todo el mundo. También parece nunca haber consecuencia para los conductores ni la empresa, como si una «disculpa» y un reembolso fueran suficientes para que las víctimas se recuperen del trauma (¿o de la muerte?)
«A ese sujeto la pena de prisión se queda corta; tendrían que prohibirle trabajar de cara al público y estar en contacto con él. Pedir la cárcel es poco», subraya María. Para colmo, dice que ha tenido que lidiar con el sentimiento de culpa por no haber podido o sabido reaccionar antes, pues el miedo la bloqueó por completo. Aunque está contenta porque pudo parar a tiempo un episodio mucho más grave.
«El miedo es un asco, no se puede vivir con él», puntualizó y no podemos estar más de acurdo