A toda mujer le han llegado piropos cuando camina por la calle. Desde un chiflido hasta unos gritos a la distancia, hasta cosas más insinuantes, gritos a la distancia, asquerosos besos tronados y claro, nunca falta el disimulado que se las ingenia para enseñarte cosas que no quieres ver.
Es cosa de todos los días y es un problema que se vuelva costumbre. Tampoco es una situación que se pueda ignorar nada más. Dependiendo el día, la zona y la hora donde una mujer pase, los piropos no deseados pueden ir en aumento y subiendo de tono.
Digo, ya no es el caso siquiera evitarlos, o vestirse de tal o cual manera. A todas les pasa, sin importar lo conservadoras que se vistan, y bueno, no digamos si no se visten nada conservadoras. Tampoco importan mucho las dimensiones de la mujer en cuestión, los piropor pueden ir desde un silbido, hasta la ocasional mano disimulada que te intercepta lo más rápido posible para que no tengas tiempo de reaccionar, me ha pasado.
Incluso parece que a veces ni siquiera importa si traes a un hombre a tu lado.
Fuera de lo que se hayan topado en la calle, alguna vez se han preguntado ¿por qué lo hacen? ¿En verdad esperan que las mujeres caigan en los brazos de los chifladores? ¿En verdad es una técnica de seducción o de rechazo a lo inalcanzable?
¿De verdad pensarán que estas cosas nos halagan y atraen?
Sin importar lo que piensen ellos que logran con sus “halagos” la verdad es que a las chicas no sólo no nos gusta. Nos parece repulsivo y molesto.
Malena Pichot, guionista y comediante argentina también se enfrenta a estas interrogantes, con un poco de humor negro.
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¿Cómo lidiar con esta realidad y hacer que los hombres entren en conciencia de lo inadecuado que es? Seguiremos buscando una respuesta. Yo sólo sé que si los hombres que van en automóvil en vez de chiflarme e imaginarse no sé qué cosas de mi cuerpo simplemente me dieran el paso para cruzar la calle, mi vida sería otra.