Cuando una es niña, se va formando ideas de todos los roles habidos y por haber. Comenzando con cosas tan sencillas como definir qué es un hombre y qué es una mujer, conforme vamos creciendo usamos etiquetas para tratar de clasificar y entender a la gente a nuestro alrededor.
Nuestras pláticas infantiles, las conversaciones de adultos que oímos sin querer, las películas, caricaturas, comerciales y anuncios en la calle, de alguna manera contribuyeron a construir una imagen fantasiosa de cómo era una lesbiana.
Yo por ejemplo, cuando agarré la onda de que me gustaban las mujeres, me puse a llorar a moco tendido, porque en mi mente infantil imaginaba una vida en el destierro, compartiendo casa con una mujer corpulenta y ruda, vestida con chaleco, pantalón y paliacate en la cabeza. En mi cabecita, esa era la idea de una lesbiana. Y una de las cosas que tuve que aprender cuando dije que ya estaba suave de vivir sufriendo con ese secreto, fue a distinguir este tipo de clichés fantásticos de la realidad y a darme cuenta de que las lesbianas son tan diversas y variadas como lo son las mujeres.
Claro, los clichés nos ayudan a representar lo mejor y lo peor de cada rol, pero de repente rebasan los límites de la lógica y la razón, llegando a exageraciones que no tienen pies ni cabeza. Por eso, en esta ocasión, damas y señoritas que parecen caballeros, el día de hoy les traigo los clichés fantásticos de las lesbianas:
La bruja. Es mujer gorda y poco agraciada que nunca se casó. Es dueña de todos los gatos de la cuadra y su risa suena como cucharones estrellándose entre sí. Probablemente hace hechizos y come niños porque les grita cada vez que los ve. Existe la idea de que se hizo lesbiana por desesperación. Vive con otra solterona y juntas tejen chambritas para el invierno y cocinan en un gran caldero.
La mujer militar. Tal vez su papá era policía y la educó como niño. Eso o se la agarraron a golpes, se metió al ejército para aprender a defenderse y ahora reparte patadas voladoras cada vez que alguien habla feo de las mujeres. Seduce heterosexuales y hace el amor como una diosa.
La deportista. La única mujer entre 8 hermanos, aprendió a jugar en la calle y se mimetizó con los varones. Un día un entrenador la descubrió y así pudo conocer a otra lesbiana con la que practica luchitas antes de acostarse con ella.
La leñadora. Fue criada en el monte, en tierra de nadie. En lugar de hablar, gruñe. Sus prendas básicas son la camisa de cuadros y las botas, alternando de vez en cuando con un overol. Sabe cazar, prender una fogata y seguir el rastro de una persona, de hecho así fue como conoció a su última novia. Dicen que la amamantaron los lobos y por eso le gustan las mujeres peludas.
La motociclista. Una noche en un bar, un borracho trató de aprovecharse de una mujer y entonces salió en su defensa una lesbiana de paliacate y chamarra de cuero. Es capaz de romper madres con un par de chacos y cargar a una mujer indefensa para llevársela en su moto hasta desaparecer en el horizonte.
La trailera. Se adueñó del corte de cabello de Eric Estrada y la mayoría de las veces la confunden con un hombre, hasta que se quita el chaleco y se le notan los senos. ¿Qué puede ser más poderoso que una mujer manejando un trailer, huyendo de todas las convenciones sociales? Las t.A.T.u. lo sabían y por eso hicieron este video.
Estoy segura de que deben de haber más clichés fantásticos de los que a mí se me ocurren. Se me hace que si nos juntamos a platicarlo, mientras entrenamos con nuestros chacos, la lista será más larga.