En 2014, Matthew MConaughey ganaba el Óscar al Mejor actor por la película Dallas Buyers Club.
Compitiendo con actores de la talla de Leonardo Dicaprio por El lobo de Wall Street, MConaughey se hacía con la preciada estatuilla gracias a su interpretación de un cowboy de rodeo texano, mujeriego y cocainómano al que le diagnostican VIH.
La película es una biografía de Ron Woodroof, quien desde que en 1986 supo que tenía sida, tras probar AZT, el único medicamento disponible por entonces para los aquejados por esa enfermedad, se dio cuenta de que al ingerirlo, su salud deterioraba.
Es ahí cuando MConaughey emprende una lucha contra la industria farmacéutica, viajando hasta México y obteniendo Zalcitabina y péptido T, medicación no aprobada en Estados Unidos.
A partir de ahí dándose cuenta del efecto positivo que le producen, comienza a importarlos y a venderlos en el país, junto a Rayon, una drogadicta transgénero, también con VIH, interpretada por el siempre entregado Jared Leto.
Como les va muy bien crean el «Dallas Buyers Club», una sede donde los que tienen sida si pagan una cuota mensual de 400 dólares, reciben medicación gratis.
Dallas Buyers Club es un filme sobre las ganas de vivir y la historia de como un hombre rudo, homófobo, al más puro estilo texano, cambió su perspectiva para luchar no solo por su vida, sino por lo que creía justo.
MConaughey, ya había sido nominado a otro Óscar al Mejor actor de reparto por la película Magic Mike en 2013, pero este fue el mayor reconocimiento a su carrera y no solo por el galardón, si por el aluvión de halagos y reseñas que recibió su trabajo interpretando al demacrado Woodroof (el actor tuvo que perder casi 20 kilos.
El currículum del actor había sido variado. Su incursión en películas románticas era común, pero sí había intervenido en obras notables como Escalofrío o KIller Joe.
La película, dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallée, director de la premiada C.R.A.Z.Y, es un producto de buen gusto, con buenas actuaciones (salvo Jennifer Gardner, siempre con cara de pena), y de buen ritmo.
No obstante, Marc Vallée se ciñó demasiado al modelo de cine estadounidense, tal vez por exigencias de producción, pero eso le resta un poco de brillo a la obra, que si hubiese esquivado esos sempiternos tópicos de Hollywood, habría brillado más.
Cabe mencionar, que Ron Woodroof murió siete años después de ser diagnosticado, y que legalmente consiguió autorización para tomar péptido T como medicamento.
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