Dicen que el domingo es el día perfecto para bajar las revoluciones: dormir un poquito más, desayunar sin prisa, ponerse al día con tu serie favorita o simplemente tirarse en la cama sin culpa. Pero, seamos honestos, cuando la tarde empieza a caer… también lo hace nuestro ánimo. Aparece una especie de nubecita gris mental: nostalgia, ansiedad, melancolía, y hasta culpa por no haber hecho “nada útil”.
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¿Te suena familiar? Pues no estás solo. Esta sensación tiene nombre y apellido en psicología: el síndrome del domingo. Para entender por qué nos pasa esto y, sobre todo, qué podemos hacer para no ahogarnos en este bajón semanal, conversamos con la psicóloga y grafóloga Cinthya Freire.

Un fenómeno más común de lo que crees
Según Freire, la tristeza dominical es un fenómeno psicológico que aparece cuando sentimos que el fin de semana —ese oasis de libertad— está llegando a su fin. “El sábado suele ser el día más alegre, y el domingo se convierte en una especie de antesala al deber y a la rutina”, explica.
Aunque no está escrito en piedra que el domingo tenga que ser un día gris, lo cierto es que nuestras emociones se ven afectadas por las cargas mentales, físicas y emocionales que arrastramos. Y sí, a veces simplemente nos autosugestionamos pensando que el domingo es aburrido o deprimente. Pero lo bueno es que, como dice Freire, “los seres humanos somos adaptativos. Podemos crear nuevas rutinas y transformar esa percepción”.

¿La clave? Dejar de postergar (y desconectarnos un poco)
Una de las razones por las que el domingo nos pega tan fuerte es que solemos dejar para el final del fin de semana todas esas cosas que no hicimos: el reporte que no entregamos, el uniforme sin lavar, la llamada pendiente. ¿El resultado? Terminamos el día estresados y con el doble de culpa.
“Evitar la procrastinación es clave”, recomienda la experta. Pero no todo es trabajo: también se trata de establecer rutinas de autocuidado. “Así como agendas tus reuniones, agenda momentos de desconexión”, sugiere. ¿Ideas? Salir a caminar, hacer algo de ejercicio, practicar mindfulness, desconectarte de las pantallas, apagar notificaciones y darte permiso para simplemente estar contigo.

El lunes no es tu enemigo (aunque parezca)
Otra herramienta útil es cambiar el chip con el que vemos los lunes. Freire propone entrenar a nuestro cerebro para verlos como un nuevo comienzo, no como un castigo semanal. ¿Cómo? Con una comunicación interna más amable: “Dile a tu mente que el lunes es el inicio de algo bueno. Planea algo pequeño que te emocione para empezar la semana”.
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¿Cuándo debemos preocuparnos?
Ojo, si el bajón dominical se vuelve muy frecuente, intenso o empieza a interferir con tu vida diaria, es importante prestar atención. “Hay casos donde esta tristeza puede estar relacionada con estrés crónico, ansiedad, burnout e incluso depresión”, explica la psicóloga. Y ahí sí, buscar ayuda profesional no solo es recomendable, es necesario. “No siempre tenemos todas las respuestas, y está bien pedir ayuda”.

¿A todos nos afecta por igual?
La intensidad del síndrome del domingo varía según la edad, la personalidad, el género y la etapa de vida. Por ejemplo, alguien que no se siente cómodo en su trabajo o en la universidad puede vivir los domingos como una tortura. También hay momentos hormonales como el embarazo o la menopausia que pueden amplificar estas emociones.
“Cada persona es un mundo distinto y siente de forma distinta”, concluye Cinthya Freire. Lo importante es conocerte, escuchar tu cuerpo y tus emociones… y no quedarte solo con el bajón. El domingo no tiene por qué ser el fin de la fiesta: puede ser también el comienzo de una mejor semana.