El auge de la crianza respetuosa no solo ha propiciado un cambio positivo en la forma en la que los padres disciplinan a sus hijos, también ha alertado sobre los daños de métodos como las nalgadas.
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De acuerdo a Naran Xadul, un estudio donde participaron 160 mil niños durante medio siglo demostró que golpear a los menores en los glúteos no solo es inefectivo para corregirlos.
Además, los lleva a comportarse más agresivos, violentos y también a ser propensos a desarrollar “tendencias antisociales y delictivas”. Lamentablemente, eso tan solo es la punta del iceberg.
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Los científicos descubrieron que los pequeños que recibían nalgadas con regularidad aparte tenían menor cantidad de materias gris en zonas del cerebro vinculadas con la depresión y adicciones.
De hecho, según el sitio, la investigadora Elizabeth Gershoff estudió los castigos corporales durante tres lustros y concluyó que no existe ni un estudio que adjudique algo positivo a las nalgadas.
Sin embargo, si existe tanta información que desalienta la práctica de darles nalgadas a los infantes, ¿cómo es que todavía hay padres que insisten en hacerlo en pleno siglo XXI?
¿Por qué todavía hay padres que dan nalgadas a sus hijos?
La razón por la que muchos padres y madres nalguean a sus hijos es por desinformación. Firmemente creen que darles nalgadas ahora los ayudará a aprender mejor las enseñanzas.
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No obstante, se trata de una creencia sin fundamentos porque mientras más se escarmienta a un niño con métodos disciplinarios físicos por su falta de autocontrol, menos desarrollan esa capacidad.
Si un niño comienza una pataleta en una tienda porque su padre se negó a comprarle algo y lo golpean para que acepte la negativa en silencio, el menor no ejercita en ningún momento el control propio.
Tras ser golpeado, es lógico que el menor posiblemente deje de quejarse. Incluso un adulto dejaría un berrinche si alguien le pega, pero no quiere decir que con eso aprenda qué hacer en cambio.
Esmpero, sí hay algo que asimila de manera inconsciente y lo acompaña de por vida: tenerle miedo a sus progenitores y creer que la única forma de lidiar con un problema es mediante los golpes.
Algunos padres se defienden ante las pruebas de años de investigación alegando que ellos “salieron bien” y “sin traumas” gracias a las nalgadas que sus padres les propinaban cuando eran chicos.
Pero la realidad es que son incapaces de ver cómo esa forma de disciplina los afectó. Muchas personas que fueron golpeadas por sus padres crecieron para ser adultos que obedecen sin chistar.
Hoy, algunos son hombres y mujeres que toleran humillaciones de sus jefes y después se sacan la espina con sus inferiores. El resultado es una sociedad donde el más débil siempre es perjudicado.
Como padres y madres, se debe de analizar si ese es el mundo que se desea para nuestros herederos y comprender que no estamos condenados a repetir las equivocaciones de nuestros ancestros.
Al contrario, es posible hacer las cosas mejor para nuestros niños con las herramientas que brinda la educación y la crianza respetuosa y libre de las agresiones físicas que lastiman hasta el alma.
No se ofrece ninguna enseñanza cuando se dan nalgadas, solo se dejan cicatrices y secuelas catastróficas e irreparables en el cerebro de tu vástago. Y no significa que no vas a disciplinar a tus hijos.
Solo quiere decir que ahora se usará el libre albedrío para apostar por métodos no solo más respetuosos, sino también mucho más efectivos para criar niños que se conviertan en adultos sanos y exitosos.