Psico

¡Alerta! Un niño obediente y tranquilo no siempre es un niño feliz ¿Por qué?

A los niños hay que dejarlos jugar, explorar, divertirse, pero también dejarles claras las reglas sin autoritarismo

Ver a un niño jugando, explorando el mundo, revisando las gavetas, dejando todo lo que puede a su paso, corriendo, brincando y haciendo tremenduras, sabemos que es una etapa en su desarrollo, aun cuando eso implique que los padres estén detrás de ellos para corregirlos y sea un proceso que agota a cualquiera.

¿Cuántos padres no se han asustado cuando ven el niño por mucho tiempo tranquilo? ¿Cuántos de repente sienten una tranquilidad en sus hogares y cuando buscan es porque ha pasado algo con el niño? Eso les ha sucedido a todos los padres alguna vez y muchos quisieran que ese ser diminuto fuese obediente y tranquilo.

Sabes que un niño está viviendo su infancia felizmente cuando grita, canta, brinca, se ensucia y explora. Aunque hay niños más inquietos, otros más introvertidos quizás, pero si a un niño no se le ve en momentos jugando y con ocurrencias continuas, puede ser señal de alerta.

“El niño o el adolescente que más preocupa a los psicólogos es el niño asintomático, el que nunca cuestiona nada y obedece a todo”, afirma Sylvie Pérez, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC.

Padres motivadores, no autoritarios

Según los expertos en psicología infantil, los padres tienen la misión de descubrir los motivadores de sus hijos, que son los que estarán dándole su personalidad, sus habilidades y preferencias para su vida futura.

También es responsabilidad notar qué los hace felices y en base a eso, encaminarlos, no truncarlos con lo que nosotros quisiéramos que hicieran o dejaran de hacer.

La psicóloga Paula Morales considera que las pautas educativas excesivamente autoritarias “limitan la habilidad del niño o la niña para ser flexible, tener iniciativa, pensar, desarrollar una capacidad crítica”.

El portal Mente Asombrosa en un reportaje llegó a la conclusión que “la obediencia ciega no es lo mismo que la obediencia inteligente. Especialmente cuando es el miedo el que está detrás de este comportamiento obediente y sumiso”.

Si se le enseña al niño que lo más importante sería complacer a los demás y dejar de lado sus propias necesidades, criterios y deseos, nuestro hijo será un niño infeliz y un adulto frustrado y encerrado en sí mismo en el futuro.

Cómo poner límites

Los psicólogos que se especializan en el comportamiento de los niños, coinciden en que es esencial que los adultos pongan límites y reglas que se deben obedecer, pero eso no significa ser autoritarios.

“Los límites y reglas establecidos desde la tierna infancia con amor no provocan miedo, sino respeto. Los niños respetuosos también son niños felices y aceptados en cualquier lugar”, aseguran.

Como todo en la vida, los niños también cometen errores y lo ideal es corregir el comportamiento sin infundirles miedo o amenazas, simplemente haciéndoles comprender que un comportamiento está bien o mal.

“Asociamos portarse bien con obedecer y portarse mal con desobedecer, porque aplicamos en los niños el criterio moral de los adultos”, destaca la profesora Pérez.

Cuidado con las palabras para corregir

Según el portal En Pareja, cuando se sobreprotege y se educa bajo amenazas o chantajes, entonces los niños no tienen respeto hacia sus padres, sino miedo, temor de que, al no obedecer, serán castigados.

Razón por la cual hay que tener cuidado con las palabras que se usan al momento de corregir, las acciones que se llevan a cabo cuando algo hacen mal, hay que saber llamarles la atención de la mejor manera.

“Los padres siempre deben buscar la felicidad de sus hijos, por eso es que deben permitirles disfrutar su niñez, esto no quiere decir que se les permita romper las reglas o sobrepasar los límites del respeto, sino que hay que educarlos con amor, comprensión, corregir cuando es necesario, pero buscando la mejor manera para hacerlo, dándoles confianza y no implantando miedo”, destaca Morales.

En conclusión, hay que dejar a los niños que jueguen, se diviertan, se ensucien su vestimenta, griten, corran, tan solo hay que hablar de los peligros tratando de explicarles las consecuencias de sus actos, “si brincas de esa forma, puedes caerte y lastimarte”, pero no intentar que esté como un robot todo el tiempo en una esquina de la casa sin moverse o hacer ruido, que un niño esté callado todo el tiempo, no es sinónimo de niño feliz.

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