Hoy en día usamos con mucha facilidad el término “relación tóxica”; se ha usado para tantos escenarios que se perdió el estándar de qué es.
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¿Es vínculo donde hay mutuo daño?, ¿es un lugar doloroso para uno y del cual no puede salir?, ¿es algo adictivo que sabes va a salir mal pero no puedes parar?
Tal vez es un poco de todo; y es que en sólo dos palabras no podemos abarcar lo que dos personas que experimentan y viven algo que, desde afuera, jamás se podrá entender del todo.
Es muy fácil señalar cuando no estás siendo “aplastado” por un torbellino de emociones, sensaciones y miedos. Estando cerca la perspectiva parece desaparecer y no se logra ver un futuro más allá de esa persona.
¿La relación tóxica como un tipo de adicción?
A veces parece ser debido a que no se puede dejar, que el sólo pensarse lejos de esa relación se convierte en un dolor físico y el instinto te hace querer regresar una y otra vez.
Y, ¿cómo logras coordinar corazón y mente? En ocasiones se sabe que se está cometiendo un error, pero el corazón se aferra a los destellos de luz que ese vínculo te pueda regalar, aunque con el tiempo vayan siendo menos.
Porque eso sí, por muy oscura que una ‘relación tóxica’ parezca, a veces se olvida que siguen existiendo partes luminosas, pequeños islotes de felicidad que hacen que alguien no quiera salir.
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Igual, es algo que te consume. No piensas igual, poner ordene en tu cabeza parece algo imposible y tu propia mente te protege creando escenarios que, al final, se terminan convirtiendo en tus propias cadenas.
Este tipo de relaciones son batallas que parecen interminables y nunca se debe juzgar a quien las ha librado, está en ellas o, tal vez, hasta está perdiendo.
Nadie tiene el derecho de juzgarte
Ya sea que estés viviendo en una, hayas logrado librarte o no sepas dónde colocar todo lo que estás leyendo, es importante recordar que señalar sólo daña a la persona que está ahí.
No todos tienen las mismas herramientas que tú ni las experiencias que te hacen tener la venda fuera de los ojos. Por muchas similitudes que encuentres, cada camino es distinto, cada batalla se libra de formas diferentes y se ganan a otros tiempos.
Este perdón y paciencia también va para una misma. Pese a que en la actualidad puedas entenderlo, es comprensible que no siempre haya sido tan claro.
La vida nos va dando herramientas poco a poco; las vamos ganando gracias a las experiencias, los tropiezos y los dolores.
No juzgues a tu yo del pasado, trátala con amor, con cariño y verás que las heridas irán sanando con el tiempo. Nunca quedará tu corazón como si no lo hubieras vivido; eso sí, se fortalecerá con todos aquellos combates ganados y perdidos.
Nunca subestimes una buena red de apoyo
El mejor salvavidas siempre será las personas que te rodean. Pueden ser tu familia o tus amigos; pueden no siempre tener las palabras correctas ni respetar los silencios.
No obstante, mientras consigas rodearte de gente que te ame y vele por tus intereses, tendrás un pie fuera de la espiral que hay en tu corazón.
Es valido pedir ayuda, levantar la voz y dejarse caer en los brazos de quienes más te aman. Compartir los buenos y malos momentos nos regresan un poco de salud mental y una pieza más a nuestra alma.
Nunca intentes resolver todo sola porque el camino será más difícil de distinguir.
¿Cómo lograste tú salir de una relación que te estaba dañando?, cuéntanos en los comentarios.