Cuando se trata de la atracción sexual entre seres humanos el panorama es bastante amplio, pues existe todo un abanico de posibilidades y preferencias. Hay personas para quienes lo visual puede llegar a ser más estimulante que lo táctil, mientras que para otras el tacto tiene el papel principal. Sin embargo, hay otro estímulo que en ocasiones es ignorado o subestimado: el olfato.
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En este artículo hablaremos acerca de él desde dos conceptos particulares considerados como parafilias de los olores (de acuerdo al Manual MDS, las parafilias son trastornos que generan “la excitación sexual ante objetos, situaciones y/o destinatarios atípicos” como niños, cadáveres o animales). Una de ellas es la barosmia y la otra es la olfactofilia o, como también es conocido, osmolagnia.
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¿Qué es la barosmia?
Para no extendernos mucho, , tal como lo explicó Nasodren, la barosmia es cuando la excitación sexual de una persona se genera a raíz de un estímulo olfativo, es decir, de un olor o aroma.
De la mano de la barosmia se puede presentar también la ozolagnia que es causada por olores fuertes, el renifleurismo que es producido por el olor a orina, o la olfactofilia que veremos a continuación.
¿Qué es la olfactofilia?
Este trastorno no es otra cosa que la atracción o excitación sexual producida por los olores corporales de otra persona, sobre todo por los de los genitales y las axilas. Pero cuidado, va más allá de la atracción causada por las feromonas y el hecho de que te encante el olor de tu pareja no quiere decir que estás experimentando esta alteración psicológica.
Así, antes de continuar, vale la pena recordar qué son las feromonas, a qué huelen y qué efectos producen en el cuerpo.
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¿Qué son las feromonas?
Como explicamos en otro artículo, las feromonas son sustancias químicas que secreta el cuerpo de manera natural. Son emitidas por la saliva, el sudor, la orina, las lágrimas o los órganos sexuales, a manera de señales y pueden producir una serie de comportamientos en otras personas. Esto debido a que con ellas se puede indicar, entre otras cosas, que hay compatibilidad sexual con otra persona o que está disponible para intercambios eróticos –sí, como los animales–.
Lo que sucede es que las señales de las que hablamos en el párrafo anterior, son dirigidas al cerebro y es allí donde se determina si le atrae o no luego de haber cumplido con el siguiente proceso:
Una persona emite las señales a través de sus feromonas. Otra persona las capta con su órgano vomeronasal –también llamado Jacobson– que se encuentra entre la nariz y la boca. Después las feromonas se dirigen hasta el hipotálamo, que es la parte del cerebro que se encarga de regular el sistema nervioso y, en este caso, las conductas sexuales, y es desde allí que se genera la respuesta.
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¿Cómo saber si tengo olfactofilia?
Regresando al tema inicial, según explicó en GQ la psicóloga Wendy Rodríguez, para saber y considerar la olfactofilia como una parafilia, es necesario que se presenten dos condiciones:
La primera que “sean episodios intensos y persistentes, y que puedan provocar una angustia o un deterioro significativo en las áreas social, laboral o en todo lo que tenga que ver con la funcionalidad de la persona, o que tengan el potencial de dañar a otros en su entorno”.
La segunda que por lo general presentan las personas que tienen trastorno parafílico, son “anomalías en su capacidad para sentir empatía, desarrollar lazos de afecto y mantener un grado satisfactorio de intimidad emocional sexual con su pareja, que además sea recíproca y respete los límites de la otra parte”. En estos casos, la psicóloga recomienda visitar a un profesional de la salud que te pueda orientar y con quien puedas tratar tu caso.