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Cuando llegas a los 30 aprendes a que no es tu responsabilidad sanar heridas ajenas

El amor no es tan complicado como la sociedad nos ha hecho creer sin embargo, cuando asumimos que somos responsables del bienestar del otro, se puede volver una carga pesada.

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Y no es que no debas apoyar al otro o tratar de hacerlo sentir mejor cuando está pasándola mal sino que asumir que debes sanar sus heridas termina siendo algo agotador.

Quizá en el pasado estuviste con alguien que tenía el alma rota e hiciste todo por hacer que las cosas funcionaran. Pero con el tiempo te diste cuenta que eso sólo te arrastraba al mismo punto. Ahora sabes que sanar no depende de otras personas sino de uno mismo.

Dejar de tratar de sanar a otros es evitar caer también

Puedes ayudar, guiar y apoyar pero no está en ti solucionar la vida de todos. Puedes ser empática y compartir momentos felices juntos pero eso no significa que debas asumir emociones o problemas ajenos.

No importa lo mucho que ames a esa persona ni tampoco la cantidad de sacrificios que hayas hecho por ella al final, no esperes a que cambie si no desea hacerlo.

Llega una edad en la que querer sanar a quienes sufren se vuelve agotador y lo único que queda es hacerle saber que estás ahí.

Quizá sientas que no estás haciendo lo correcto o que no es suficiente tu presencia pero debes saber que eso puede significar mucho más de lo que crees.

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Cuando llegas a los 30, entiendes que nunca es tu responsabilidad reparar o cambiar a nadie. Por más crudo que suene, es un peso que puede costarte mucho más si decides cargarlo. No significa que esa persona sea una carga o una molestia pero para ayudar, tienes que enfocarte en estar bien.

El amor de verdad no se trata de reparar o completar sino de complementar al otro.

Tu amor es infinito y tienes la capacidad de entender el dolor ajeno pero jamás asumas que debes vivir con ello. Ayuda a quien amas a cargar ese equipaje sin hacerlo tuyo.

Ese amor que tú das es una pieza clave para fortalecer e impulsar al otro pero no eres responsable por completo de armar el rompecabezas.

Cargar con todo el peso en tus hombros se vuelve autodestructivo e injusto. Tampoco se trata de tolerar malos comportamientos o pensamientos tóxicos y no está mal poner tu bienestar primero. A veces pensamos que quedarnos hará que el otro cambie pero desafortunadamente, esto no sucede.

Nos aferramos al ideal de amar a alguien hasta el borde de nuestro punto de quiebre pero ninguna cantidad de amor puede cambiar o sanar a alguien. Puedes ayudarlos a respirar, pero no está en ti salvarlo.

Cada quien es responsable de luchar contra sus propios demonios (¡qué más quisiéramos una fórmula mágica para hacerlo nosotros!). Así que deja de sentirte culpable y aprende hasta dónde llegar cuando se trata de heridas ajenas.

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