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Las relaciones de dependencia emocional cobran vida de distintas formas en lo cotidiano de una persona y se gestan de una manera muy sutil, en la cual el componente vincular es protagonista para que se configure una forma de relación que sin duda someterá a uno de los participantes de ella. Desde nuestra primera infancia, los padres son las figuras más importantes en el desarrollo y crecimiento de una persona, por lo mismo cuando estos vínculos se distorsionan provocan daños emocionales y psicológicos. Por ejemplo, una de las causas de los trastornos alimentarios, las adicciones y el rechazo al cuerpo es el incesto emocional.
¿Qué es el incesto emocional?
Se produce cuando un adulto en su rol de padre o madre asigna la responsabilidad de un adulto a su hijo o hija que cumpla el rol quizás del esposo o esposa ausente, como ejemplo, cuando un padre muere y la madre asigna a uno de sus hijos o hijas el apoyo en llevar la casa, la crianza del resto de los hermanos, el adulto comparte con el niño o niña intimidades sobre su vida sexual o personal, así como también pide apoyo emocional para sí mismo como si el hijo o hija fuese una pareja. A diferencia de la parentalización, que es cuando el hijo o hija asume el rol de uno de sus padres a temprana edad, el incesto emocional incluye una relación afectiva con uno de los padres en la cual se comparten intimidades, descarga emocional e incluso se le asignan responsabilidades al menor acerca de la satisfacción personal, profesional y la toma de decisiones por parte del adulto, de igual forma como pasa en una relación adulta codependiente o abusiva.
Es una forma de manipulación muy potente, que como mencione ocurre en la infancia, por tanto se es más vulnerable a la hora de ser víctima de esta forma de abuso. Cuando se produce, comienza una relación parental aparentemente normal, con más amor y exigencias afectivas que lo usual, pero que no tiene la víctima ninguna posibilidad de compararla, ni puntos de referencia que hagan cuestionar lo que está sucediendo.
En este punto es importante señalar que los adultos que llevan a cabo este tipo de abuso con sus hijos o hijas, no tienen plena consciencia de lo que están haciendo, por tanto no miden el impacto que esta acción ejerce en la vida de la vida de ellos. De hecho, las víctimas no se dan cuenta de que han sido dañadas hasta la edad adulta, que es cuando luego de una serie de repeticiones de relaciones codependientes, falta de propósito vital o sentido de vida, así como también frecuentes síntomas de agobio y vacío psicológico, prenden las alarmas que algo no anda bien.
¿Cuál es el impacto del incesto emocional?
En esta relación fueron olvidadas por completo las necesidades del niño o niña, su desarrollo como tal, provocando una suerte de madurez anticipada para lograr hacerse cargo de la vida de su padre o madre, quién a su vez no es capaz de ver o diferenciar su rol frente a su hijo o hija. Esto hace que el hijo o hija se sienta muy ligado a su padre o madre, sintiendo mucha culpa de establecer sus propios vínculos, emprender su propia vida o dejar el hogar, desarrollando dependencia emocional, lo cual se traduce en autoagresiones hacia su cuerpo, rechazo hacia la vida, adicciones y problemas con la comida. Se desarrollan fuertes sentimientos de ira o culpa hacia sus padres y problemas con la autoestima, adicciones y en su intimidad sexual y emocional.
La autora Marion Woodman describe el incesto emocional como una “relación de afecto sin límites” en el que padre o padres usan al hijo como espejo para satisfacer sus necesidades, en vez de ser espejo del hijo para apoyarlo en su desarrollo emocional. Generalmente cuando ocurre esto se trata de padres dependientes o adictos, incapaces de conducir su propia vida, sin límites emocionales, agresivos donde se desarrolla un tipo de apego extremadamente ansioso.
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Las consecuencias
Los adultos que han sido víctimas de incesto de emocional, no desarrollan la capacidad de establecer límites sanos en sus relaciones, de este modo anteponen la necesidad de otros en desmedro de la propia, sometiéndose constantemente en vínculos dependientes, requieren constante la aprobación externa, desarrollando fuertes sentimientos de culpa y miedo a ser abandonados o rechazados.
Sentido de lealtad distorsionado cognitivamente, esto quiere decir que oscilan entre al amor y odio hacia sus progenitores, en el entendido que se repite la manera vincular sostenida con los padres, esta distorsión produce estados angustiosos que los hacen proclives a abusar de sustancias, adicciones, trastornos alimentarios, entre otras consecuencias que deben ser tratadas de manera profesional.
Existe una carencia en el propio conocimiento, dado que no ha tenido posibilidad de tener espacios de validación personal, debido a estar satisfaciendo constantemente las necesidades de otras personas para lograr la aceptación que requieren. En este punto, es importante señalar que los límites traspasados y la falta de conocimiento personal en la etapa de desarrollo, lleva a las personas a actuar en una constante ambivalencia en todos los ámbitos de su vida.
Las relaciones de dependencia en cualquiera de sus formas, socavan la dignidad personal y anulan la posibilidad de vivir en libertad. Las personas que han sido castradas en su proceso de desarrollo en la infancia, tienen una tarea más dura que los otros en su etapa adulta, que es sanarse para trascender de la experiencia traumática, esto es clave para lograr un crecimiento personal que les permita lograr sus objetivos en todo ámbito. Debemos recordar que los seres humanos logramos hacernos a nosotros mismos siempre y cuando las cuatro dimensiones que nos componen estén en equilibrio: corporalidad, intelecto, afectos, y espíritu. El incesto emocional influye negativamente en cada uno de ellos, empañando no sólo el desarrollo de una persona en su madurez natural, sino que también limita los vínculos con otros aspectos que también son claves para la evolución como personas.
Es necesario elaborar y comprender la historia de vida de la persona afectada, para que en esa observación de los hechos, se dé cuenta que ha sido vulnerada y que requiere resignificar su experiencia en un proceso de psicoterapia para sanar las heridas y emerger como un ser humano integrado emocionalmente, con capacidad de establecer límites en sus relaciones, con dignidad y libertad emocional.