Comportamientos tóxicos de una familia
Todos, absolutamente todos, llegamos a caer en comportamientos poco saludables que afectan a las personas que están a nuestro alrededor. La vida nos llena de heridas, de malos aprendizajes y obstáculos que no siempre nos dejan bien librados.
Nuestro propio dolor puede afectar a las personas que más amamos por no saber trabajarlo. Es muy común que los padres de familia –aunque amen a sus hijos y tengan la mejor intención– terminen hiriéndolos.
Es muy fácil crear una dinámica tóxica que termine hundiendo a todos. Sobretodo en los pequeños, que no saben siquiera diferenciar de la violencia, lo saludable, y lo que tendría que ser.
No tiene nada de sencillo provenir de una familia tóxica, ni reaprender todo una vez más. Sin embargo, es necesario romper esos patrones que insisten en heredarnos para conectar con la gente de forma saludable.
Rechazo a la persona que quiere mejorar
¿Lo complicado? No solamente es «quitarnos la venda de los ojos» y comenzar nuevos hábitos. También es ir en contra de la marea porque no todos querrán seguir el camino que tú elegiste. Tus familiares pueden ser necios a aquellos comportamientos y de forma inconsciente te querrán arrastrar.
Vamos a poner un ejemplo; tu familia expresa su enojo solamente a gritos e insultos. Entonces, tú te das cuenta que hay otras formas de expresar la molestia sin necesidad de llegar a la violencia verbal. No obstante, ellos no aceptan que están mal ni tienen deseos de cambiar, por lo que terminan canalizando su ira y frustración en tu nuevo «comportamiento». Terminarás convirtiéndote en la «oveja negra» o el «enemigo»de la familia por no reconocerte en sus actitudes.
Este tipo de comportamientos son muy comunes hacia el miembro de la familia que ha decidido quebrar el patrón, y no muchos logran superar esa dura prueba.
¿Cómo afecta el rechazo en mi sanación?
El rechazo familiar puede ser tan doloroso que te aleje del camino a sanar. Prefiriendo así continuar en tu zona de confort, –aunque se convierta en una silenciosa penitencia,– a convertirte en el enemigo de tu propio «clan».
Como mencionamos, no es nada fácil romper con todo lo que un día creíste era normal y comenzar nuevas dinámicas. Muchas de ellas son tan inconscientes que hasta saber diferenciarlas presentan un gran reto.
No hay una fórmula exacta o un solo tipo de consejo porque cada contexto es distinto. Tú tendrás que encontrar tu camino para comenzar a sanar; siempre entendiendo que no podrás librarte de los tropiezos y las recaídas.
Ten paciencia, acompañante de profesionales y del material que puedas recolectar según tus posibilidades.
Señales que puedes estar viviendo en una dinámica tóxica
1.- Ausencia de individualidad
Necesitas una constante aprobación para poder sentirte tranquila. La misma relación de los miembros promueve ese sentimiento diluyendo tu propia persona en los otros.
2.- Sobreprotección
Podría parecer que solamente nos están «amando». No obstante, el que todo el tiempo nos estén rescatando nos priva de la oportunidad de crecer y aprender a defendernos del muno.
Al final, son las experiencias, errores y dolores los mejores maestros. Y si nos quitan la oportunidad los resultados pueden ser sentimientos de inutilidades, dependencias a otros, entre otros problemas.
3.- Exceso de libertad
Pero, ningún extremo es bueno. Por otra parte, la desidia hacia la crianza o el contacto emocional dentro de la familia también afecta. Aunque parezca que los papás están «presentes», se puede manifestar un sentimiento de abandono, porque en realidad no están proporcionando las herramientas de apoyo que el niño está necesitando.
4.- Evasión a los problemas
Si tu familia es de las que «si no hablamos de ello, no existe» pueden estar heredándote patrones de conducta no tan positivos. No hablar de los conflictos genera verdaderas bombas emocionales que terminarán explotando.
Al final, ignorar un problema no hace que desaparezca, solamente lo acumula.
5.- Exceso de límites o falta de los mismos
Una vez más nos encontramos recordando que ningún extremo es bueno. La rigidez y falta de flexibilidad vuelven el ambiente inseguro para la persona que está dentro, ya que toda amenaza de querer salir del «cuadro pintado» se convierte en un conflicto.
Sin embargo, también los límites difusos no crean hábitos, valores o autocontrol en los hijos.
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