Hablar de la familia es algo realmente complicado. Nos dicen que siempre estarán para nosotros pero a veces, cuando llegan tiempos difíciles, desaparecen.
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En teoría, la familia es nuestra mayor fuente de fortaleza pero, ¿qué sucede cuando quienes amamos se convierten en un factor tóxico? Al igual que los amigos, nuestros familiares pueden ir y venir. El compartir sangre, no significa tener un lazo y es en la adversidad cuando te das cuenta de quién verdaderamente está para apoyarte.
De niños nos obligan a convivir con tíos, primos y abuelos. Nos dicen que debemos respetarlos y amarlos por encima de cualquier cosa sin embargo, conforme vamos creciendo, nos vamos dando cuenta de que no estamos obligados a convivir con nadie que no nos haga sentir cómodos o seguros.
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Así como la vida se va complicando, también las relaciones familiares y eso incluye nuestra relación con nuestros padres y hermanos.
Como seres sociales, necesitamos sentirnos parte de una tribu. Buscamos compartir experiencias e intercambiar ideas con otros. Queremos sentirnos acompañados y comprendidos. Pero muchas veces, estas necesidades nos llevan a rodearnos de las personas equivocadas.
Un familiar no tiene que ser un amigo ni tampoco alguien en quien puedas confiar o a quien debas amar. Tu sangre también puede traicionarte, lastimarte y decepcionarte pero es parte de la crueldad de la naturaleza humana.
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Cuando se trata de la familia, siempre habrá opiniones no solicitadas. Todos creen que porque te vieron crecer, tienen poder sobre ti pero llega un punto en el que ya no es una justificación «válida». Aún así, resulta un círculo vicioso difícil de romper.
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Quizá pasaste por un divorcio y en lugar de apoyarte, te cuestionaron. Quizá estás batallando con tus propios demonios pero lejos de darte una mano, te dan la espalda. Quizá has tenido problemas económicos y antes de hacerte sentir que cuentas con ellos, te hacen sentir miserable.
Con paso de los años te has dado cuenta de quiénes están realmente para ti no sólo en las buenas sino también en las malas. Los tiempos de crisis revelan la verdadera naturaleza de las personas.
Quienes de verdad nos aman y quieren vernos bien, aparecen cuando olvidamos lo mucho que valemos; cuando más frágiles nos sentimos. No podemos elegir a nuestra familia pero sí podemos elegir en quién invertir nuestra energía y a quién confiarle nuestra vulnerabilidad. No estás obligada a querer a nadie. Debes estar con quien te haga sentir fuerte y capaz de todo.