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No puedes obligar a nadie a quedarse cuando ya no hay amor

El amor es complicado y creemos que somos dueños de una persona. Sin embargo, hay que entender que no podemos obligar a nadie a nada

El amor es complicado. No es como lo pintan en las películas o novelas románticas donde dos personas que se aman intensamente terminan juntas felices para siempre. Amar no es solamente desvivirse por el otro ni tampoco poner en un pedestal.

Las personas no nos pertenecen. Poseer implica inseguridad y dependencia, nos ciega y nos hace olvidar que las personas vienen y van, que entran en nuestra vida y que salen de ella en un chispazo.

Que una persona esté a nuestro lado en este momento, no significa que podemos controlarla. 

Cuando nos enamoramos tan profundamente, vemos al otro como nuestro todo y dejamos de vivir en el presente por idealizar el futuro.

No importa cuánto amemos o nos amen, no podemos retener a nadie. No podemos obligar a que sean como queramos ni tampoco a que se queden por siempre.

A veces el amor puede ser tan efímero como las estaciones y lo que es hoy puede no ser mañana. Por eso, no debes dar nada por sentado y trabajar todos los días en fortalecer lo que tienes ahora.

Sin embargo, cuando la relación comienza a desgastarse y las cosas toman un rumbo diferente, es momento de detenerse.

Existe una delgada línea entre luchar para mejorar y dejar ir para recuperar tu felicidad, aunque es muy fácil confundirse con el hecho de obligar a alguien a quedarse.

Si es real, no tendrás que forzarlo. No te despertarás todos los días sintiendo que tienes que hacer un inmenso esfuerzo o sacrificio para que esa persona se quede un poco más.

Si es real, los silencios no serán incómodos pero cuando esa conexión deja de sentirse natural, debes aprender a dejarla ir.

Ni la chispa, ni la emoción, ni la convicción son algo que se forzan. Obligar a alguien a querte o a quedarse, es reprimir sus verdaderos sentimientos o silenciar los tuyos. Es vivir un engaño que a la larga termina doliendo más que el mismo rechazo.

Cuando amas de verdad, su felicidad lo es todo, sus heridas se resienten en tu cuerpo y su risa retumba en tu corazón. Cuando amas de verdad, estés o no estés con esa persona, agradeces lo vivido, lo que pudo y lo que no.  Por eso, si las cosas no se sienten bien, debes aprender a dejar ir. A veces las cosas no son como uno quisiera y lo mejor es dejar que sigan su propio rumbo.

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