Muchas veces herimos sin darnos cuenta; de la misma manera que otros nos han lastimado también sin entender la fuerza de sus palabras. Pero el impacto es mucho mayor cuando es por parte de un familiar al que queremos y respetamos.
En ocasiones los padres con intención de ayudar y guiar a sus hijos pueden ser duros con sus palabras. No somos aún conscientes del poder que tiene lo que decimos sobre otros, y por eso siempre debemos de ser cuidadosos.
Quienes vienen de familias un tanto problemáticas entienden que crecer en ambientes en donde abundan comentarios negativos deja heridas. Éstas no son fáciles de cerrar, se convierten en obstáculos que cierran el camino al amor propio, o al menos eso parece.
Porque es una tarea complicada amarnos a nosotros mismos cuando las personas en las que confiamos parecen no hacerlo. Esas palabras que como espadas atraviesan los pilares de la seguridad que construimos desde temprana edad.
Pero es importante dejar de vernos con los ojos que no son nuestros. Lo comentarios que no construyen y solamente buscan lastimar son aquellos que debes dejar ir. No aportan nada a tu vida, su objetivo no es ayudarte, ni deberían tomar el timón de tu amor propio.
Es importante saber diferenciar qué comentarios pueden ser malintencionados, que otros hieren sin que sea la intención, y aquellos que solamente buscan que mejores. A veces las críticas pueden ser difíciles de aceptar, pero buenas para lograr evolucionar.
«Los no puedes», «no eres suficiente», «no te apoyamos» no determinan tu camino. Pueden marcarte, pero siempre podrás construirte, aprender del dolor, y comenzar a sanar tu corazón. Y algo es seguro, encontrarás en ti más fortaleza de la que te imaginas.
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