El mundo está pasando por momentos complicados en todos los sentidos. Estamos frente a una de las peores crisis ambientales, así como económicas y sociales. La constante tensión que se vive ha hecho que los niños vivan con estrés, ansiedad y hasta depresión. Hoy más que nunca, es importante enseñarle a los niños buenos valores, así como el poder de la compasión y la resiliencia.
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La resiliencia es la capacidad de superar experiencias difíciles para entonces lograr algo positivo. Nuestros cerebros responden a la información que nos rodea, por lo que, según la psicología, la resiliencia se puede enseñar, modelar y nutrir a cualquier edad. Es a través de sólidas redes de apoyo y de comunicación que es posible ayudar a niños y jóvenes a comprender cuándo se sienten deprimidos y saber qué pueden hacer para sentirse mejor.
Los niños que son resilientes solucionan de problemas, no se estancan en ellos. Se enfrentan a situaciones desconocidas o difíciles y se esfuerzan por encontrar respuestas. Aprenden de los errores y sobretodo, generan un cambio positivo.
La resiliencia proviene de las relaciones: los niños no sólo necesitan cuidados en cuanto a alimentación y educación académica, también necesitan atención, ser escuchados y contar con un espacio en el que puedan expresarse. Como padres, es importante ser una red confiable para que los niños sientan apoyo. Lo importante, es la calidad de la comunicación, no las horas que se intente pasar con ellos.
Hazles saber que está bien pedir ayuda
Los niños a menudo crecen con la idea de que ser valientes se trata de lidiar con las cosas por sí mismos, que la vulnerabilidad es igual a debilidad, pero no es así. Es importante enseñarles que ser valientes y fuertes significa saber cuándo pedir ayuda. Si hay algo que puedan hacer ellos mismos, hay que guiarlos, saber que cuentan con tu mano.
Enfrentar el miedo es enriquecedor pero para hacer esto, necesitan el apoyo adecuado. Combatir los miedos significa enseñarles a no dejarse llevar por la idea de que no pueden lograr algo. Permitir que los niños lloren, sientan y se expresen sin reprimirlos o decirles que «está mal» es clave para que entiendan sus emociones y no las transformen en acciones negativas.
Moldea un comportamiento social saludable
La falta de valores es un problema que generalmente comienza en la infancia. Es algo aprendido en casa o en el entorno familiar o escolar que a menudo puede ser minimizado o pasado por alto. Para que los niños y niñas tengan respeto los unos a los otros, trabajen en equipo y sean adultos de bien, debemos enseñarles a tener un corazón compasivo.
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Hay que enseñarles que su sentir es válido, que sus emociones son importantes y que está bien sentirse enojados o con miedo pero que deben transformarlo en algo positivo. Esto les da el valor de la compasión y la bondad, y que «ser bueno» no es cuestión de género sino de valores. Enseñarles a tener un corazón compasivo les ayuda a entender que las buenas relaciones no se cultivan con poder sino con estima y que el buen trato entre niños y niñas son pieza clave para que exista un balance.
Motívalos a ser creativos
La resolución de problemas es un proceso creativo. Cualquier cosa que fortalezca sus habilidades para resolver problemas nutrirá su capacidad de recuperación frente a la adversidad. Los niños son naturalmente curiosos, juguetones y creativos así que dales el espacio y el tiempo para jugar y ser creativos, y ellos harán el resto. Enséñales juegos que nutran su mente
Hazles saber que son amados incondicionalmente
Esto les dará una base sólida para volver cuando sientan que el mundo se desmorona a su alrededor.
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