Los tiroteos masivos en escuelas alrededor del mundo han despertado una alerta en el tema de la salud mental de los niños y jóvenes. Es difícil empatizar con alguien que lleva a cabo un tiroteo en la escuela, especialmente por tratarse de menores de edad que se convierten en una amenaza para la seguridad de sus compañeros y el personal escolar.
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La brutalidad de sus crímenes es indescriptible. Aún resuenan casos como el de Columbine, Sandy Hook o Parkland, en Estados Unidos. En México, el Colegio Cervantes (2020) y el Colegio Americano del Noreste (2017), al norte del país, pasaron por atentados de niños con armas de fuego. Muchos otros países han pasado por amenazas similares sin terminar de entender qué es lo que está pasando con los menores y asumiendo que el problema está en los videojuegos.
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De acuerdo con estudios del Instituto Nacional de Justicia, el brazo de investigación del Departamento de Justicia de EE. UU, donde se analizaron el perfil de los tiradores en escuelas de Estados Unidos, estos tienen varios puntos en común:
Primero, la gran mayoría de los tiradores masivos experimentaron un trauma, así como exposición a la violencia a una edad temprana. Esto puede ser el suicidio de uno de los padres, abuso físico o sexual, negligencia, violencia doméstica y/o acoso severo. El trauma a menudo fue un precursor de problemas de salud mental, como depresión, ansiedad, trastornos del pensamiento o tendencias suicidas.
En segundo lugar, prácticamente todos los tiradores alcanzan un punto de crisis identificable en las semanas o meses previos al ataque. .
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En tercero, la mayoría de los tiradores habían estudiado las acciones de otros tiradores y buscaron la validación de sus motivos. Las personas en crisis siempre han existido pero existen mayores guiones para seguir, además de que las redes sociales han impulsado su deseo de muerte.
Por ejemplo, en el caso del niño que disparó contra su maestra, para después suicidarse, llevaba puesta una vestimenta similar al del asesino de Columbine.
Cuarto, los tiradores tenían todos los medios para llevar a cabo sus planes. Una vez que alguien decide que ya no vale la pena vivir y que asesinar a otros sería una venganza adecuada, no hay nada que los haga cambiar de parecer. Según los datos del Departamento de Justicia de EE. UU, en el 80% de los tiroteos escolares, los perpetradores obtuvieron sus armas de miembros de la familia.
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¿Cuál es el perfil psicológico de quienes cometen estos actos?
De acuerdo con la neuropsicóloga e investigadora de la UNAM, Feggy Ostrosky para el portal de Aristegui Noticias, existen 2 subtipos de jóvenes agresores: el primero, son niños con trastornos psiquiátricos, donde no distinguen la realidad de la fantasía. El segundo, son antisociales, niños con historial delictivo o situaciones de abuso en casa. El tercero, son niños aparentemente normales, con familias funcionales, son inteligentes pero no terminan de sentirse satisfechos con sus logros ni entorno por lo que se vuelven susceptibles a las críticas, se vuelven hostiles y generan fantasías violentas en su cabeza.
Los niños que «no encajan» a menudo enfrentan soledad, ansiedad social e incluso violencia física y además del entorno familiar, el entorno escolar (maestros y compañeros) puede ser un detonante de las tres. ¿La solución? Es complicado, pero hay muchas formas de evitar comportamientos violentos en los niños.
Brindar atención a los niños, estar atentos a patrones de conductas agresivas o de aislamiento. En instalaciones de corrección juvenil, se ha descubrieron que el confinamiento solitario es lo peor para un joven con problemas de conducta Privar a un niño que necesita atención y contacto lo lastima. Hay que aprender a ser empáticos y enseñar la importancia de la empatía a otros. Que los niños y jóvenes sepan que realmente hay preocupación por su situación y sus sentimientos es muy importante, tanto en casa como en las escuelas.
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