Tener el corazón roto no es fácil. Tener que sonreír cuando no tienes ganas, seguir como si no pasara nada, e ignorar el vacío en tu vida que quedó con su ausencia es complicado. Más allá de todo lo que extrañas de la persona, es el hábito que creaste.
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Es decir, erigiste por un tiempo tu vida alrededor y en conjunto con otra persona. Cuando ésta se va toda tu dinámica cambia haciendo aún más complicado la nostalgia, el dolor, y la superación.
Es común que teniendo el corazón roto odiemos la frase de «el tiempo lo cura todo». Nosotros no queremos que el proceso sea tan tardado, pero no hay un botón con el que se pueda apagar nuestros sentimientos.
El tiempo te ayuda a poner todo en perspectiva, sin embargo no habrá sanación si no trabajas en ella. Tampoco podemos dejarle todo al tiempo si nosotros no nos esforzamos en hacer un clavado a nuestro interior para saber qué está mal en nuestro corazón.
Si comenzamos a buscar anular el dolor saltando de una relación a otra todo terminará mal. El resultado será que todas nuestras carencias emocionales las trasladaremos a otra persona a quien dañaremos con nuestros traumas no resueltos.
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No, el tiempo no es una vacuna contra los corazones rotos. Hablar, reflexionar, entender por qué no podemos olvidar a alguien o qué actitudes se tornaron tóxicas y debemos cambiar; eso es lo que hace la diferencia en una persona sana.
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Todos estamos rotos de una u otra forma, pero si no cambiamos solamente romperemos a quien se atraviese en nuestro camino; y eso no es justo para nadie. Tenemos que empezar a sanar para encontrar nuestra felicidad.
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