Sonreír mientras todo a tu alrededor se está derrumbando es muy difícil, y no todos pueden hacerlo. Son pocos los que entienden que la vida no es justa, que no fácil; pero eso no la hace menos bellas.
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Habrá momentos de total plenitud en los que con sólo respirar agradezcamos el estar vivos y la etapa en la que nos encontramos. Sin embargo, también estarán aquellos en donde el dolor parecerá imposible de soportar.
Está bien estar triste en estos últimos momentos; llorar, quedarse un día tirado en la cama, no querer hablar con nadie. La felicidad no es absoluta, ni eterna, y las emociones son un gran abanico el cual tenemos que explorar.
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No es sano tampoco forzarnos a sonreír todo el tiempo, ni ocultar el dolor que tenemos que enfrentar. Pero tampoco podemos quedarnos tirados con el corazón roto porque el mundo no deja de girar, y no nos permite descansos.
Por eso la sonrisa tendrá que aflorar a nuestros rostros, la fortaleza a nuestros corazones, y la sabiduría de estos momentos a nuestras mentes. Esas almas que encuentran el lado brillante de los obstáculos son las más bellas.
Siempre tendremos que trabajar en nuestras heridas porque sino éstas terminarán por envenenarnos. Las mujeres que logran enfrentar estas batallas con la frente en alto, sonreír, y pararse de las caídas son las más fuertes.
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