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Cuando perdemos a nuestra madre una parte de nuestra alma se va para siempre

Pocas cosas son tan satisfactorias como una buena relación con nuestras madres. Pero perderlas es una de las batallas más difíciles en la vida.

Pocas cosas son tan satisfactorias como una buena relación con nuestras madres. Mujeres hermosas que nos dieron la vida, nos criaron, nos dieron la mano mientras aprendíamos a caminar, se quedaron en vela en nuestras enfermedades y aplaudieron nuestros éxitos.

El amor que por ellas sentimos no se puede medir, solamente expresar todos los días con palabras y acciones. La forma de criarnos, sus errores, y sus grandes aciertos nos forman como seres humanos para enfrentar al mundo por nosotros mismos.

¿Pero qué pasa cuando ya no están con nosotros? Si tienes la fortuna de tener a tu madre contigo todavía aprovecha el tiempo con ella, ámala, agradece todo lo que ha hecho por ti. No juzgues con tanta dureza sus errores contigo, llega un momento que de eso te debes encargar tú y no puedes ir echando culpas.

Por otra parte, aquellas que ya no tienen a sus mamás junto a ellas saben lo difícil que es seguir recorriendo el camino sin ellas. ¿Posible? Claro que sí, la vida continúa pero desde una frecuencia totalmente distinta.

Te puedes levantar, pero junto a ella una parte de tu alma también se va. No hay corazón que no pueda construirse nuevamente, pero en el proceso se transforma y no vuelve a ser lo mismo.

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La ausencia de una madre es y siempre será difícil sin importar la edad que tengas. Sin embargo, hay muchas formas de mantener vivo su recuerdo y enseñar al mundo todas las herramientas positivas que se te otorgaron.

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