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¿Tienes el síndrome de la madre agotada? Lee aquí y descúbrelo

Esta semana, no te pierdas la columna de “El lado B de la maternidad” sobre el cansancio permanente de las mamás.

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Estás cansada. No te quedan energías. Sólo quieres dormir. Necesitas una cura de sueño urgente. Ojalá de una semana. Perdiste el interés en actividades que antes te gustaban. Funcionas, literalmente, en modo piloto automático porque las pilas se te fundieron hace rato. Estás sensible, te dan ganas de llorar y no sabes realmente por qué. De un tiempo a esta parte todo te irrita. Tienes cambios de ánimo constantes. Tu paciencia se acabó. Te duele la cabeza. Perdiste, incluso, las ganas de tener sexo con tu marido (cosa que jamás pensaste que te podía suceder, sucedió). Despiertas cansada y te acuestas cansada. No te reconoces a ti misma.

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Si te sientes identificada con algunas de las anteriores, o todas, lo más probable es que padezcas del Síndrome de Burnout o síndrome de la madre agotada. Es decir, estás desgastada física y emocionalmente. Este término –que comenzó a usarse para situaciones laborales en la década de los 60– también se aplica a las madres y se refiere a lo mismo: estrés, fatiga, agotamiento extremo y crónico.

Muchas mujeres, más de las que te imaginas, pasan por lo mismo: están exhaustas y agobiadas. Es que la maternidad, sobre todo en sus primeros años, es agotadora. Maravillosa, sin duda, pero agotadora. La privación de sueño, especialmente junto al tremendo trabajo 24/7 que implica ser madre, puede llevarnos a padecer esta condición. Lo importante es identificar los síntomas y hacer algo al respecto antes de lanzarnos por la ventana.

Aprendan a delegar. No somos súper mujeres. No traemos una capa de superhéroe colgada en la espalda. No pretendamos ser perfectas. No nos sobre exijamos. Hay más gente a nuestro alrededor que puede ayudarnos. El papá puede perfectamente cambiar un pañal. Puede, también, bañar a la guagua, vestirla, acostarla, hacerla dormir, darle una mamadera con leche a las tres de la mañana y permitir que la mamá descanse. La suegra, la abuela o alguien de confianza pueden quedarse con nuestros niños una tarde. No somos las únicas que sabemos hacer las cosas «bien». Consigan una red de ayuda. Es mucho más llevadera la crianza cuando existe una «tribu» para ayudar. Como bien dice el proverbio africano, «para educar a un niño hace falta una tribu». Busquen la suya.

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Prioriza. Hay cosas que pueden esperar; por ejemplo, tener la casa impecable. En serio, olvídate de sacarle brillo a los muebles cuando tienes hijos. Con niños una casa nunca vuelve a ser la misma de antes. Ordenas, desordenan. Limpias, ensucian. Guardas los juguetes en su caja, los sacan. Cambias el tapiz del sillón, y al día siguiente dieron vuelta el yogurt en el tapiz nuevo. Es imposible conjugar niños con casa inmaculada. Asúmanlo.
Ten tiempo para TI. Anda al parque a caminar. Toma una clase de yoga. Tómate un café con esas amigas que no ves hace tiempo. ¿Por qué las mujeres tienen la sensación de que las amigas desaparecen cuando nos convertimos en madres? Búscalas, desentiérralas del baúl de los recuerdos y júntate con ellas. Hace bien. Es justo y necesario. Es sano y terapéutico. Y es gratis.

Sal a caminar. Muchas mujeres viven encerradas entre cuatro paredes criando y no tienen a nadie con quien conversar más que una planta. Involucren al padre de las criaturas en su crianza. En la tarea pesada. El hombre llega cansado a la casa después del trabajo, juega diez minutos con los niños y se instala en el sillón a mirar su celular. ¿Y la mujer? La mujer trabaja día y noche sin parar. No se queda precisamente en casa pintándose las uñas y viendo un matinal. El padre debe asumir su rol y compartir la crianza. Es lo que corresponde y no podemos aceptar menos. No vivimos en tiempos de la colonia, cuando las mujeres se llevaban todo el trabajo pesado y el hombre sólo ponía el espermio ganador. Erradiquemos actitudes machistas y arcaicas.

Las mujeres también nos agotamos, lloramos y, sobre todo, nos exigimos demasiado. Hagamos un alto. Cuidémonos. Las madres también tenemos derecho a un espacio y tiempo de calidad.

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