Por Alexandra Bülow/DPA
PUBLICIDAD
Para muchas personas los lácteos son parte de su dieta diaria. En principio, no hay de qué preocuparse – a menos que uno tenga alguno de estos dos problemas, que por cierto vale la pena diferenciar: la intolerancia a la lactosa o la alergia a proteínas de leche de vaca.
No siempre hay que echarle la culpa a los lácteos. Muchos creen que sus dolores de estómago, la hinchazón que sienten o la diarrea que aparece cada tanto tiene que ver con el consumo de los productos derivados de la leche, pero lo cierto es que esos síntomas también pueden remitirse a que uno come demasiado rápido o lleva una dieta poco balanceada.
Ahora bien, en otros casos los problemas digestivos sí se deben a una intolerancia a la lactosa. En esos casos, lo que sucede es que el organismo no puede digerir la lactosa, que es un azúcar presente en la leche, porque ese azúcar debería ser descompuesto por una enzima que se llama lactasa. Cuando el cuerpo no tiene suficiente lactasa, no puede descomponer la lactosa.. y allí es donde surgen los problemas.
DESCUBRE MÁS
- Cómo preparar naranjas cristalizadas bañadas en chocolate
- Ideas originales para incluir fresas en tus platillos salados
- Aprende a preparar un delicioso smoothie de papaya
PUBLICIDAD
Si la lactosa no es descompuesta, llega tal cual al intestino grueso, y como este azúcar es fermentado por bacterias, se generan gases, flatulencias y dolor de vientre.
Una vez que uno tiene el diagnóstico, lo que tiene que hacer es evitar los alimentos con lactosa durante dos a cuatro semanas. De ese modo, el intestino puede tener cierta paz y prepararse para el segundo paso, que consiste en ingerir cierta cantidad de lácteos para ver cuánto puede tolerar el organismo.
Algunos creen que con tomar pastillas de lactasa pueden comer cualquier cosa, pero no es del todo así. Cada caso es diferente porque depende del tiempo que demoren las pastillas y el alimento en llegar al intestino delgado, y no siempre coinciden. También depende de los productos alimentarios que se ingieran.
El caso de la alergia a proteínas de la leche es un poco distinto. Sucede muchas veces que el sistema inmunológico de los niños no está preparado para reaccionar a este tipo de proteínas. Lo que hace el cuerpo al principio es detectar que hay algo extraño y lo ataca, generando una reacción, que pueden ser sarpullidos, dolores de estómago o hasta falta de aire.
Lo importante es hacer análisis de sangre para detectar el alérgeno inmunoglobulina E (IgE). También se hacen tests de alergia en la piel o se le pide al niño que consuma leche en cantidades pequeñas bajo supervisión médica.
Si se diagnostica una alergia, la única solución es dejar de ingerir lácteos, con lo cual los padres deberán asumir la tarea de estudiar los ingredientes de los productos preparados.
Por supuesto, para que los menores no presenten ninguna falencia, será importante que compensen la falta de lácteos con calcio y vitaminas. De todos modos, a veces el organismo va aprendiendo a lidiar con estos agentes extraños, con lo cual vale la pena volver a hacer una evaluación cuando el niño tiene unos dos años. En la mayoría de los casos, la alergia desaparece cuando el pequeño entra en edad escolar.