Por Olivia O’Gam Espinosa
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Clases de piano, natación y excelentes calificaciones, éstas son las exigencias que muchos padres ponen en sus hijos, un fenómeno al que los especialistas han llamado hiperpaternidad
En entrevista para Nueva Mujer, Eva Millet, autora del libro ‘Hiperpaternidad‘, narra las características de los hiperpadres y cuáles son los principales riesgos de serlo. «La hiperpatenidad es un fenómeno de crianza que se caracteriza por una atención excesiva a los hijos. Los padres entienden que, para ser unos buenos padres, han de estar pendientes de los hijos de una forma exagerada, resolviendo los problemas, anticipándose a ellos y haciendo las cosas en su lugar. En vez de criar y educar a los hijos, parece que estamos gestionándolos. Impiden que los hijos se enfrenten a sus miedos».
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El fenómeno de la hiperpaternidad surgió en Estados Unidos pero se ha extendido a otros países, especialmente entre las familias de clase media y alta. Madres y padres buscan ‘preparar’ a sus hijos para el futuro, por lo que los inscriben en los mejores colegios, compran los juguetes más novedosos, los llevan a toda clase de actividades extraescolares con las que confían otorgarles un resultado brillante en su futuro. Lo que se busca, según Millet, es un hijo perfecto, un súper hijo que esté formado lo antes posible. «La hiperpaternidad implica una inversión económica importante y los hijos se convierten en un símbolo de estatus».
Hiperpadres = hijos miedosos
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Existe una línea muy delgada entre los padres que quieren lo mejor para sus hijos y aquellos que pertenecen a la hiperpaternidad, la diferencia estriba en que: «el hiperpadre no permite que su hijo se frustre, mientras que el padre con sentido común le da armas a sus hijos para que se enfrenten a la vida, que tengan resistencia a la frustración, que aprendan la autonomía y sean personas y no súper personas», según la escritora.
Con la crianza de hijos sobreprotegidos, existe el riesgo inminente de tener hijos miedosos. Los padres también sufren las consecuencias de una ‘agenda’ infantil agitada y se refleja en el estrés. El impacto de esta dinámica de crianza recae principalmente en las mujeres, quienes son las que dirigen la mayoría de las actividades de los hijos.
Los niños también se ven afectados, «ya que suelen tener una inflada noción de sí mismos, son engreídos, porque toda la vida les han dicho que son súper especiales y que van a llegar a no sé dónde, que ya lo han probado todo, que están, como decimos aquí en España, un poco quemados (fastidiados) de la vida. Por otro lado, y es una gran incongruencia, son incapaces de resolver los problemas ellos mismos. Van muy seguros de conocimientos extraños (como esquiar), pero no saben atarse los zapatos».
Cristina Gutiérrez Lestón, educadora y codirectora de ‘La Granja‘, una fundación que lucha por mejorar la educación en España, coincide con Eva Millet y afirma que: «Los niños cuyos padres ejercen la hiperpaternidad son niños con muchos miedos, en los 32 años que llevo trabajando con niños, nunca me había encontrado a tantos niños con tantos miedos. Cuando sobreprotegemos a un niño lo que hay es miedo a que no pueda, a que no sea feliz, a que no tenga amigos. Cuando tenemos un hijo hay que preguntarnos: ¿quién está educando a tu hijo, tu miedo o tú? Hay dos tipos de padres, los que aplanan el camino para sus hijos y los que preparan a los hijos para el camino, para que cuando salga a los 18 años de casa esté listo para lo que encuentre y que supere cualquier piedra en el camino».
Las consecuencias de la hiperpatenidad no son para tomarse a la ligera, «aquellos niños a los que se les evita la responsabilidad, a los que se les resuelve todo por norma, en la adolescencia son proclives tener muchos trastornos de todo tipo porque de repente se encuentran sin armas para enfrentarse al mundo», afirma Millet.
Para Gutiérrez Lestón es importante distinguir entre el amor hacia un hijo y la hiperpaternidad: «Querer a un hijo no es sacarle las piedras del camino, es que entienda que sea como sea y sea quién sea, sus padres lo querrán igual. Hemos de confiar en nuestros hijos para que ellos confíen también». En su trabajo cotidiano se ha topado con niños de 13 y14 años que se han creído que no pueden hacer las cosas; ella les ha ayudado a descubrir que sí pueden fomentar la autonomía.
La experta refiere también que tan solo en España el 35% de los alumnos de primer semestre de universidad toman ansiolíticos por la tolerancia cero a la frustración porque siempre han conseguido lo que han querido, nunca les han dicho que no. «Es muy triste que tengan que darte una pastilla para que te ayuden a levantarte porque tu mamá o tu papá nunca te lo enseñaron de pequeño. Hay que entrenar a los niños para la vida. Hay muchas incompetencias emocionales que causan muchos problemas en los trabajos, gente que no sabe comunicarse positivamente, ni trabajar en equipo, ni ser solidario, así que hay que empezar desde niños».
Revetir la hiperpaternidad
La hiperpaternidad puede revertirse y la forma de hacerlo es: «dejar de estar pendiente del niño todo el día. Esto es gratificante tanto para los padres como para los hijos. Para los niños es un agobio tener al papá y a la mamá todo el día encima. No se trata de desatender al niño, eso jamás, a los niños hay que darles besos, abrazos y mucha confianza. Es lo que la psicóloga Maribel Martínez llama ‘la sana desatención’ o ‘underparenting’: estar, observar, pero no intervenir a la mínima de cambio. Es más fácil estar todo el día detrás y que al niño no le pase nunca nada, lo difícil es ver cómo tu hijo se equivoca y tiene que aprender de sus errores, eso sí que para el padre es un ejercicio muy duro».
Para la escritora el máximo peligro es «que los papás estén tan obsesionados con el niño que se rompa el equilibrio de la familia. Si encima tenemos el estrés para criar este súper niño que parece que la sociedad nos demanda, se vuelve una locura».
Detrás de la hiperpaternidad están, muchas veces, los anhelos frustrados de los padres, por lo que buscan que los niños hagan cosas que a ellos les hubiera gustado hacer y no pudieron.
Finalmente Eva Millet recomienda a los padres: «El niño debe llevar su mochila, así le dices que es capaz. Tienes que empezar a darle responsabilidades para construir su autonomía. Hay que dejar de preguntarles todo por sistema. Hay que darles armas a los niños para que pueda resolver los problemas que les vayan surgiendo. No hacer los deberes por ellos, hacerles menos fotos, confiar en las capacidades de los niños y dejar que ellos encuentren su camino. No tenemos que limpiarles el camino, tenemos que prepararlos para él».
Por su parte, Cristina Gutiérrez sugiere: «No mentirles, no engañarlos y hacerles creer que viven entre algodones de azúcar. Entrenarlos en todas aquellas habilidades que consideramos importantes para ir por la vida, las que tú como padre o madre piensas que les servirán, quizá el trabajo en equipo, la comunicación positiva o la empatía».