Tradicionalmente, en los últimos segundos del año, muchos formulamos propósitos y deseos de cara al siguiente ciclo; nos planteamos una vida nueva. Aunque, todos los que hemos realizado propósitos, estamos acostumbrados a que muy pocas veces los podemos cumplir en su totalidad.
Antes de pensar en plantearnos los tradicionales 12 propósitos de Año Nuevo, es importante pensar en el por qué y el para qué de dichas metas. En ese sentido, lo planteado tiene que ver con definir, primeramente, qué es exactamente lo que queremos y deseamos para nosotros, para, posteriormente, encontrar la forma de lograrlo.
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A pesar de que hay algunos propósitos típicos que son muy valiosos e importantes como dejar de fumar o perder peso, en el fondo responden a necesidades más profundas. Por ejemplo, quien quiere dejar de fumar y cuidar su figura, no sólo quiere mejorar su salud y reducir la cintura; en el fondo, son cambios que reflejan que la persona quiere sentirse mejor consigo mismo, cuidarse más, seguramente porque sabe que fumar y no comer sano son, simplemente, una manera de exteriorizar lo insatisfecho, estresado, triste o enojado que se siente.
Lo valioso es consiste en cambiar aquello que realmente nos duele y lastima, aquello que arrastramos, a veces por años, y que nos provoca malestar. Por lo que antes de plantear los propósitos para el nuevo año, detengámonos a pensar. Quizá no son 12 los propósitos que necesitamos cumplir. Debemos enfocar mejor nuestros esfuerzos a lo que realmente queremos lograr. Entre más y mejor nos conozcamos, y más honestos seamos con nosotros mismos, nuestros propósitos serán más realistas y, por consiguiente, más fáciles de cumplir.
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