Muchas veces pasamos horas en conversaciones analizando cómo ayudar a nuestros hijos a creer en sí mismos. Como padres queremos lo mejor para ellos, y buscamos que sean autónomos y se atrevan a hacer las cosas por sí mismos; sin embargo, en concreto poco hacemos para que esto suceda.
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Primero, desde que nacen hacemos las cosas por ellos, lo cual está bastante bien, porque si no les sería imposible sobrevivir. Sin embargo, cuando pretendemos que lo hagan por sí mismos le pasamos la batuta aludiendo a que son grandes, sin mediar un acompañamiento previo o la posibilidad de ensayo/error en compañía; por esta razón muchas veces nuestro hijo no logra realizar una determinada tarea.
¿Cómo se consolida un hábito en un niño?
Haciendo algo determinado en compañía. Es decir, necesita que lo hagamos con ellos muchas veces, que lo hagamos con ellos, y que además lo hagamos para nosotros mismos con el fin de predicar con el ejemplo. Si no, ¿cómo? No sacamos nada si pedimos a nuestros hijos una actitud o tarea que nosotros mismos no ejecutamos.
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Es imposible que un niño adquiera un hábito si no ha existido un adulto que se haya dado el tiempo de enseñar, y enseñar desde el acompañar, estar ahí para que ese aprendizaje sea significativo y se instaure en nuestros pequeños gracias a la presencia de papá o mamá. Luego serán capaces de hacerlo de manera autónoma y segura, sintiendo que ellos continúan acompañándolos.
Para que los niños se atrevan a hacer cosas por si mismos tienen que ir construyendo un adecuado sentimiento de sí, para creerse capaces. El autoestima, entonces, es fundamental para la realización de una tarea determinada.
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¿Cómo se consolida una adecuada autoestima?
Claramente se logra cuando el entorno nos hace sentir capaces, es decir, nos da la posibilidad de realizar pequeñas tareas por nosotros mismos. Además de propiciarnos palabras de reconocimiento cada vez que estamos haciendo algo y cada vez que lo logramos. Además, los padres tienen un papel fundamental frente al fracaso, ya que para adquirir una adecuada autoestima no requiero que todo me salga bien; requiero de contención, cariño y aliento cuando no me resulta algo.
Sin embargo, hay un componente de la autoestima que desconocemos muchas veces y que es, sin duda, sustancial: la forma en la que evaluamos nuestras propias capacidades. En pocas palabras, no basta con que piropees a tu hijo y le señales lo capaz que es de hacer algo. Debes poner atención en cómo es que tú hablas de ti mismo, en cómo tú te sientes capaz de hacer o no cosas, y de cómo eso se transmite de manera invisible a nuestros niños. Si confías en tí, tu hijo confiará en él.
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