Es la presidenta de Fundación Daya, que implementa terapias complementarias para aliviar el dolor de cientos de personas. aunque ahora es también vocera del proyecto de ley que despenaliza el autocultivo de marihuana. Conoce sus argumentos.
Por: Carolina Palma F.
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La actriz Ana María Gazmuri (49) ha tenido un vuelco en su vida estos últimos años. Madre de dos hijos y con tres nietos, se ha convertido en vocera del proyecto de ley que despenaliza el autocultivo de marihuana con fines medicinales y recreativos para uso personal y privado, ya aprobado por la Cámara de Diputados. Este permite el cultivo de 6 plantas por hogar en exterior o en 1 metro cuadrado en interior, además de la posibilidad de portar 10 gramos, equivalente a 20 cigarrillos o «pitos» de marihuana, aproximadamente. Es más; trabajó más de 3 meses invitada por el SENDA en una mesa de salud, de forma gratuita, examinando la ley 20.000 (la que tenemos en este momento), para ir abordando de una forma más actual el tema, tal como lo solicitan organizaciones internacionales como la OEA o la ONU, despenalizar el consumo de la sustancia y llegar a una política de drogas efectiva.
¿Cómo se ligó Ana María a este tema? Desde siempre ha manifestado curiosidad por las terapias alternativas, se formó como terapeuta floral, reikista y relata un hecho que marcó su futuro. «Mi amiga Carla, sicóloga, murió de un cáncer de páncreas hace casi tres años; le dieron 3 meses de vida, pero duró más de cinco años. En ese tiempo se formó como reikista, estudiamos juntas la sicología budista y la meditación. Ser testigo del bello proceso que hizo hasta el final de su enfermedad fue un gran aprendizaje. Vivir mi propio cáncer a la piel en esos mismos años, también».
Desde allí, y junto con su marido Nicolás Dorman, surge el 2012 la Fundación Daya, sin fines de lucro y que tiene como misión la investigación e implementación de terapias complementarias y medicinas naturales orientadas a aliviar al sufrimiento humano, y también prestan asesorías para el diseño de políticas públicas a organismos estatales, proyectos legislativos y otras instituciones vinculadas a la salud. Además de la atención de pacientes con terapeutas voluntarios diariamente, Ana María da conferencias en todo Chile y el extranjero, donde se habla de medicinas alternativas, generosidad, compasión, empatía, y de los preceptos budistas que la mueven.
«En un momento llegaba mucha gente con dolor, y comenzamos a usar la cannabis en ellos; se aliviaban los niños con epilepsia, bajaban las convulsiones. Así empezó todo; tenemos a más de 200 niños tratándose con cannabis a lo largo de Chile, y ahora comenzaremos a tratar a otros 4 mil pacientes. En esto estoy, esto es lo que hago, entonces sáquenme el estigma de encima», pide la actriz.
Con el apoyo de dos universidades están elaborando el primer fitofármaco en América en base a cannabis, y el más barato del mundo. Por supuesto su postura se relaciona con la libertad, con los derechos de cada uno y la autodeterminación.
Ser parte de esta cruzada por despenalizar el autocultivo de marihuana fue inesperado…
Claro, no tenía nada que ver con que haya probado la marihuana alguna vez. Además soy sincera, y si me preguntan si he consumido, voy a decir que sí, pero no tiene nada que ver con que esté luchando por mi derecho a consumirla. Si fuera por eso, me quedo callada y consumo en mi casa, qué me importa, es bien absurdo pensarlo así. Me parece que las iniciativas que uno defiende lo hace porque las considera justas, no porque te afecten directamente. La percepción de riesgo ha bajado, porque la gente accede a más información, sabe que es menos riesgosa.
¿Cómo fue la primera vez que fumaste marihuana?
Uf, fue hace mucho tiempo. Mi primera vez fue la más común de todas, en Enseñanza Media. Mis compañeros fumaban de antes, y yo nada. La verdad es que fue bien sorprendente. Me habían dicho que la primera vez no pasaba nada, y dije «bueno»… Pero sí me pasó….
¿Pero cuáles fueron tus sensaciones?
La primera fue asombro. Mirar los colores más vivos, es como que estuviera viendo en HD, todo era vibrante. No fue terrible, ni me asusté ni nada. Bien entregada, no me considero una persona que se atemoriza si se sale de la estructura. Siento que la gente muy estructurada se incomoda con sensaciones que se salen de lo cotidiano.
Hubo un cambio de conciencia…
Sí, pese a que fue sutil. Sentí la ampliación de la percepción, personalmente, porque a otros les pasa distinto. Algo importante es que siempre fui muy estudiosa, muy aplicada, estudiaba todos los días, promedio 6.8 toda la vida, muy responsable. Entonces fue como contar con cosas distintas, me generó gran curiosidad por los estados de conciencia, por los espacios interiores. No lo asocié al carrete ni nada.
¿Seguiste fumando después?
Por periodos, muchos años no, otros sí. Tengo que decir que, salvo el cigarro que fumé varios años, no soy una persona que genere relaciones muy adictivas, una suerte. Sabemos que la adicción no está en la sustancia, sino en las personas. Es importante entender la vulnerabilidad de las adicciones, y entendemos que poner el peso en la sustancia es no entender y no llegar al fondo de la situación. Uno de los ámbitos que queremos seguir desarrollando en la fundación tiene que ver con la prevención de riesgo y reducción de daños, pero desde esta comprensión, de saber de dónde vienen las adicciones, no de la mirada retrógrada y prohibitiva.
Todos creen que Ana María Gazmuri fuma mucho y toda la vida…
¡No es así! He pasado años sin fumar, no tengo la necesidad y nunca la he tenido. La conocí, como muchos, después no fume nada, luego apareció de nuevo… Una relación de ir y venir. Ahora, cuando entro al mundo medicinal, que es lo que me mueve, la gente se confunde, porque defiendo un proyecto de ley que va más allá de lo medicinal. Sería mucho más fácil resguardarme sólo en eso, en lo políticamente correcto, aprobado por todos, y me evitaría que todo el mundo piense cosas. Pero eso no es ético, porque mi pensamiento sobre la libertad y los derechos humanos los debo manifestar.
Dijiste que la marihuana te salvó la vida. ¿De qué forma?
A veces como actriz uno se expresa de forma exagerada, pero me refería a lo que te contaba antes. Que mi estructura era bastante analítica, lógica, matea, y actuaba desde ahí, desde mi parte más masculina, del modelo social que hemos tenido. Cuando conecto con otro espacio y tengo esa experiencia con la marihuana, analizo lo que pasó y me doy cuenta de planos más sutiles de mi vida. Me salvó de ser una persona rígida, cuadrada, más insoportable. Me abrió un espacio de flexibilidad, de empatía, sensibilidad.
¿Cuánto consumen los usuarios? ¿Se sabe?
Conociendo el mundo usuario, muchos que consumen cannabis no fuman tabaco, no toman alcohol, buscan una vida sana, muchos son vegetarianos o naturistas. Está el estereotipo del cabro chico con los ojos para la «cagá» fumándose un «pito», pero eso es un cliché porque no representa a la mayoría que consume. Hay usos muy distintos, algunos una vez a la semana y otros todos los días. La norma de la ley es el techo máximo, y se establece porque no se puede dejar fuera a los que consumen más, para que no sean considerados traficantes. Es simplemente un consumidor que usa mayor cantidad.
¿Existe una «dosis» recomendable?
Es personal, cada uno sabe. Eso se da en todo ámbito, incluso en marihuana medicinal. Según un estudio, viendo una tabla de personas con leucemia, una niña de 5 años consumía una dosis 5 veces más alta que una persona de 60. No se relaciona ni con edad ni peso.
¿Cuándo una persona es drogadicta si fuma marihuana?
Según la Organización Mundial de la Salud, entre el 4 y 9 por ciento de la población usuaria puede desarrollar un uso problemático. Esto, comparado con el alcohol y cigarrillo, es muy bajo. Ahora, hay diferentes factores para determinar si se es drogadicto, como que la vida de la persona se vea afectada, se inhabilita de lo que tiene que hacer normalmente, lo afecta en relaciones familiares o laborales. O si la persona no quiere consumir, pero no puede dejar de hacerlo.
Voy a ser abogada del diablo en las próximas preguntas. En el proyecto aparece que no se puede manejar si se fuma. ¿Cómo se controlaría eso? Habría que invertir mucho en nueva tecnología, por ejemplo.
Claro, y el Estado tiene que implementarlo. Además, eso está contemplado en la Ley Emilia. Ahora, hay que medir la metodología exacta por las características de la cannabis, porque permanece en la sangre por más tiempo. Hay que determinar cuál medición corresponde a un consumo reciente o residual de un consumo anterior. Se calculó, por ejemplo, que alguien que consumió de forma moderada es equivalente al efecto de tener 0,3 gramos de alcohol en la sangre.
Me da la sensación que a los que fuman constantemente no les pasa nada cuando manejan o se relacionan, pero una persona que no lo hace tanto logra sentir sus efectos, como mareos y no estar tan presente. ¿Cómo se manejaría eso?
Como cualquier consumo experimental. Pasa lo mismo cuando alguien bebe alcohol por primera vez…, es lo mismo. Hay que tener sentido común también. Afortunadamente los efectos de la cannabis no te impulsan a acciones temerarias. Al contrario del alcohol o la cocaína, que te crees «choro», que no te pasará nada, que eres invencible…
Igualmente hay distintos tipos de marihuana.
Sí, pero no te cambian, eso es mitología. En general hablamos de una sustancia relajante. Algunas son más sedantes y otras te activan más cerebralmente, pero no es que te impulsen a la acción. Hoy en la ley 20.000 el consumo está permitido, los actos preparatorios también, pero no están protegidos los menores de edad. Con esta ley en curso se soluciona eso. La prevención es débil y casi inexistente. La actual ley incluye modificaciones a Ley General de Educación, en su artículos 39 y 40, para incorporar la prevención en la educación.
Si se necesita primero esta educación preventiva, ¿no será mejor que esta nueva ley se desarrolle gradualmente, por ejemplo?
No. Hoy el consumo ya está permitido, entonces tendrías que generar una ley para prohibir mientras educas para después volver a desprohibir…, muy absurdo. Esta ley viene a ordenar el consumo existente, y que ya está permitido. Estos son avances en regulación.
¿Y qué pasa con la señal que se le da a los niños, sobre que es inocua, o qué pasa si un niño «por accidente» la consume?
Hay que hacer más cosas para que logren fumarla, muchas más que ir al bar del papá y sacar una botella de pisco. Entonces, ¿vamos a prohibir el alcohol? Bajo esa lógica habría que prohibir que todos tuvieran alcohol. La labor de educar es de la familia. Además, si se tiene una planta en la casa, van a poder dialogar desde chicos con los niños, no es algo tabú. Como decirles «sí, es una planta que se usa para enfermedades, y los adultos la usan para relajarse en algunos momentos».
Los que argumentan en contra cuestionan lo que pasaría en barrios pobres, donde hay muchos problemas de alcohol y drogas, y no cuentan con un círculo protector. ¿Qué pasa con ellos?
La pregunta es qué pasa con ellos hoy… Hoy consumen pasta base, marihuana prensada. El problema está ahora, hoy. No sé por qué está esa idea que porque uno articula una ley se va a desencadenar una realidad, cuando la realidad de hoy es dramática. La inequidad estructural de la sociedad se reproduce en el acceso a la sustancia. La clase acomodada consume marihuana de buena calidad, a diferencia de los que están en condición vulnerable. Por lo tanto, los que se dañan consumiendo una de peor calidad son los de sectores vulnerable. ¿Cuál es la vía de acceso a la sustancia? El microtráfico en las poblaciones…
¿Crees que con la ley se terminará?
Se comenzará a controlar, a disminuir.
Pero, por ejemplo, si no quiero tener mis plantas por falta de tiempo y prefiero comprar. ¿No se formará un nuevo negocio de venta de marihuana?
Pero hoy si te da lata cultivar, ¿qué haces? Compras a un traficante, entonces qué va a cambiar. Todas esas preguntas dan la impresión de que nada de eso ocurre ahora. Las organizaciones internacionales proponen despenalizar la marihuana, y por eso tuvo una aprobación tan rotunda en el Congreso, ¿o creen que están todos locos? No. Me parece poco serio crear una campaña del terror, cuando la realidad es que la mayor parte de la población no consume ninguna droga. No es posible pensar en un mundo libre y libre de drogas al mismo tiempo. O es libre y hay drogas que debemos regular, o no es libre y se puede no tener drogas. El ser humano durante toda su historia se ha relacionado con sustancia sicoactivas, es parte de nuestra naturaleza. Claro, hay que hacerlo en un marco de seguridad.
¿Qué pasa con los microtraficantes? ¿Cuál es el rol de la mujer en todo esto?
Al surgir la prohibición, surge el tráfico. En esta cadena de tráfico, los que producen la materia prima ganan muy poco. El gran narco no es el que cultiva. El último eslabón de la cadena del tráfico es el traficante de la esquina, que generalmente es mujer. El problema es la vulnerabilidad en que se encuentran, la falta de oportunidades, y en esto encuentran una manera funcional de llevar dinero a su hogar. Esa pequeña microtraficante que alimenta a su familia es encarcelada, y muchas veces condenada a penas más altas que un abusador de menores. El 42% de las mujeres privadas de libertad están ahí por la ley de drogas. ¿Crees que se le hace una raya al trafico por sacarla a ella? Nada. A los cinco minutos fue reemplazada por otra. Esto es lo importante. Cuando la gente cree que uno está en esto porque quiere fumarse un «pito», lo encuentro una estupidez.
LLAMADO
Con respecto a la marihuana medicinal, existen agrupaciones que confirman sus beneficios, como la organización Mamá Cultiva (www.mamacultiva.org), un grupo de madres de niños con epilepsia refractaria que buscan mejorar la calidad de vida de sus hijos a través del aceite de cannabis.