Destino, qué bonita palabra cuando todo se acomoda en hermosa sincronicidad y los sentimientos fluyen mágicamente porque estás con la persona correcta; la que te llena y te hace el mundo más bello cada vez.
Pero todo se empieza a convertir en una espesa nube gris cuando ese destino impide tu encuentro con el amor. El verdadero.
Dicen que en la vida se tienen dos amores, uno con el que haces una vida en conjunto, y un segundo, al que encontrarás y perderás siempre. Alguien con quien naciste conectado. Esta conexión es la sutil representación de la arteria ulnar, la cual está conectada al corazón desde el dedo meñique. De ahí que tantas veces hemos escuchado la famosa pinky promise mientras se cruzan estos dedos.
La leyenda dice que esta conexión se da a través de un hilo rojo invisible entre los dos meñiques de las personas involucradas, asegurando que lo traemos con nosotros desde el nacimiento. El destino es la búsqueda constante del otro extremo de nuestro hilo.
Algunas veces se da el encuentro, muchas otras no. ¿Cómo lo sabes? Bueno, en algún momento coincidimos con alguien con quien sentimos ese tipo de conexión extraña, en quien pensamos frecuentemente aún cuando discutimos todo el tiempo. O simplemente es una persona que quieres mucho; cuando se ven el mundo deja de existir, aunque —por alguna razón— no pueden estar juntos.
Esta leyenda surge en las culturas japonesas hace siglos. De hecho, muchas mujeres en la antigüedad, amputaban sus meñiques como símbolo de lealtad y respeto a sus maridos. Se lo tomaban muy en serio.
Suena medio descabellada la idea de estar unido a otro por un hilo. Y muchas veces creer que todo ya está predestinado es complicado. Entonces ¿por qué no lo encontramos? o ¿por qué es tan complicado?
El hilo rojo representa este destino incierto, que contempla una infinidad de caminos. Incluso podemos dejar de existir antes de descubrir en dónde terminaba o a quién debimos encontrar. Pero esta leyenda asegura que todo está escrito, y todo el tiempo la vida te manda señales para que lo entiendas.
Nunca podrás escapar de tu corazón,
así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte…
Paulo Coelho, “El alquimista”