Últimamente me tocó escuchar el relato de una pareja que llevaba ocho años tratando de tener un hijo, por lo cual llegaron a mí con un desgaste emocional no menor, ambos venían literalmente con los brazos abajo.
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Al comenzar a escuchar me di cuenta de que estaban ante una madeja que había que comenzar a deshacer. Estaban las emociones, los sentimientos, el cansancio físico y económico, todo puesto en la misma línea.
Ellos hablaban, pero no se miraban; la culpa, la responsabilidad, la rabia ya ni siquiera los dejaba mirarse ni asumir que lo que habían vivido durante estos años era absolutamente de los dos por igual.
Hemos avanzado con ellos, y a pesar que es un trabajo arduo, sé que llegaremos a buen puerto.
Pero no pude dejar de reflexionar y plantearme muchas cosas de esta realidad de miles de chilenos, y cómo cambia su relación y visión ante la sexualidad.
Como sabemos, la sexualidad cumple la función de procrear, pero al mismo tiempo es todo un mundo de placer, descubrimiento, tanto de uno mismo como del otro.
Y es aquí donde quiero detenerme: cómo estas parejas que viven esta situación angustiosa, van día a día perjudicando su sexualidad; esta se concentra solo en el objetivo del embarazo, por lo cual ambos, sin darse cuenta, entran en un mundo mucho más frío, se pierde la sorpresa, la seducción, y muchas veces el placer.
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Ambos se empiezan a mirar como dos personas que no logran cumplir su meta, que mes a mes va decayendo, por lo tanto la sexualidad pasa hacer algo que no resulta, ya que el embarazo no llega.
Para ellos llegar al doctor nuevamente y escuchar que no resultó, es partir todo de nuevo, pero el tiempo pasa, las ganas y el miedo a no obtener el resultado, van alejando la sexualidad de sus vidas, ya que esta es pensada y usada con el único objetivo del embarazo.
Yo quiero hacer una invitación, humildemente y poniéndome en los zapatos de aquellos que viven esta situación, a que se detengan un tiempo: mirarse a los ojos ambos y pensar “¿qué nos ha pasado, dónde hemos estado todo este tiempo?”, acordarse de qué fue lo primero que les gusto del otro, del olor, la risa, un color, algo divertido con que ambos se reían juntos.
Es una pequeña dinámica de a poco pone de frente a los integrantes de esta pareja, que se quieren, pero ya no saben si se gustan, ya que les tocó alcanzar un objetivo que pasó por encima de una sexualidad placentera, espontánea, los hizo enfrentarse a todo lo contrario, sexualidad con solo un fin, un fin que no resulta.
Cuando esta finalidad se coloca por encima de la sexualidad, se pierden las ganas, el deseo. El deseo por el otro casi ni existe, ya que el sueño de ser padres es mayor y se convierte en lo único que importa. Al pasar los años, estas dos personas se descubren cansadas , decepcionadas, angustiadas, no de ellos mismo sino de la sexualidad como un acto de placer.
Ánimo, fuerza. Si se enamoraron y encantaron al principio, esto puede volver. La maternidad es importante, pero si no hay una buena sexualidad que sea siempre atractiva, con los años tampoco sirve.
Inventen cosas entretenidas: tocarse, mirarse nuevamente como hombre y como mujer. Todos en la vida tenemos objetivos que nunca lograremos, pero la vida y la sexualidad son bellas, no las soltemos… miren que estas consiguen milagros.
Un abrazo gigante para todas aquellas parejas.