Al término de una relación, llámese por infidelidad o falta de interés en que ésta no cayera en la rutina, es muy probable que lo primero que se te venga a la cabeza sea un cambio. No por aquella persona, sino por uno mismo.
Y he ahí el principio de todo…
1. El cambio debe de venir desde uno mismo
Uno, por más que ame y quiera, no puede hacer que la otra persona cambie. Las actitudes que tanto odiamos en el prójimo son parte de todos las aspectos que él o ella los conforman. Inclusive sus errores.
Y eso nos da paso al siguiente punto
2. Los errores no se perdonan en un principio, se cargan…
Lo más relevante quizá es cuando, en una relación (tanto de pareja como de amistad), se cometen equivocaciones. Los errores que quizá terminen por terminar por completo el compañerismo y la gran historia que los unía.
Perdonar no es fácil, pero es aún más importante no reincidir. Sobre todo, cuando el error es exactamente el mismo.
Y por último:
3. El cambio no es un remedio para una situación desesperada
Muchas personas, en la desesperación de perder a la persona que aman, fingen un cambio repentino. Es decir, que todo está olvidado y que las verdaderas características que tanto odiabas, ya no se manifiestan más.
Es una decisión de emergencia y, desde luego, falsa. Lo cierto es que un cambio viene de uno mismo. (Regresar al punto 1.) En muchas ocasiones, éste es incluso un último intento para salvar lo que está más que perdido.
Y ustedes, lectoras, ¿creen que las personas cambien?