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Por Karen Uribarri. Fotografía: Agencia Uno.
La política la lleva en los genes. Maneja los códigos a la perfección. Y tiene ese aire firme pero femenino que permite la autoridad y la contención al mismo tiempo. Nacida hace poco más de 69 años en la familia formada por el ex presidente Salvador Allende Gossens y Hortensia Bussi, Isabel vivió el lado bueno y malo de las campañas presidenciales y parlamentarias. Se codeó con políticos de la época, militantes, intelectuales y dirigentes sociales. Por lo mismo no fue sorpresivo su ingreso al Partido Socialista en 1962.
«Recuerdo las campañas, cuando viajábamos y se recorría de Arica a Magallanes, casi pueblo por pueblo, o el Tren de la Victoria, cuando la gente ponía cosas en la línea férrea para que parara, aunque no correspondiera y fuera muy tarde. Entonces el Chicho se despertaba y salía y saludaba. Eso dejó algo imborrable, porque la identidad que se fue creando era impresionante. Es lo que se llamaba «el allendismo», esa capacidad de dialogar que tenía, de escucharlos a todos, aunque fueran grupos pequeños, siempre los escuchaba», escribe la senadora Allende en su biografía.
Años después ingresó a la Universidad de Chile para estudiar Sociología, dejando el país exiliada después del golpe de Estado de 1973. Desde ese momento se enfocó junto a su madre en recorrer el mundo dando a conocer la situación política y social que vivía nuestro país en ese tiempo.
A su vez, en Ciudad de Méxicorealizó un Master en Sociología en la Universidad Autónoma de México, y además un Magister en Ciencias Políticas de FLACSO.
Casi diecisiete años estuvo fuera de Chile, tiempo en el que participó en variados foros de Derechos Humanos y múltiples programas que contribuyeron a generar instancias laborales o promover la libertad política y cultural en el país.
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«Nunca pensamos que el exilio iba a durar casi 17 años, y que en mi caso, 15 después, el 1 de septiembre de 1988, entraría a Chile desde Buenos Aires, con amenaza de deportación primero, una multa a Aerolíneas Argentinas después y, en pleno vuelo, la sorpresa de un decreto que estableció el fin del exilio», escribe.
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