PUBLICIDAD
Por Jessica Celis Aburto. Fotografías: Marcelo Hidalgo.
Paulo Brunetti (39) tenía 19 años cuando le dijo a su papá que dejaría sus estudios de aviación en Córdoba para estudiar Teatro en Buenos Aires. Su historia y su familia en la localidad de Puerto Madryn (Patagonia Argentina) lo acercaban más a una vida tradicional que a una bajo las luces en la Capital Federal. «Mis abuelos se dieron su primer beso en el escenario, y mi papá tenía un grupo de teatro, pero ninguno lo ejerció de forma profesional. Soy el único de 13 nietos que siguió ese camino. Siempre me gustó el cine y pensaba que algún día me gustaría hacer lo que hacían los actores, hasta que me tocó rendir los exámenes de aviación y hablaban de la guerra, de defender la Patria… Pensé que eso era horroroso, al revés de lo que quería. Tuve que enfrentar a mi papá y decirle que me iría Buenos Aires a estudiar Teatro, que trabajaría un año en mi pueblo para juntar dinero, que no le estaba pidiendo nada, sólo le estaba contando. Lo peor que le puedes decir a don Luis Brunetti es que no necesitas ayuda. Finalmente me dijo que entrara al mejor lugar, y que si no quedaba me devolviera al sur, lo que igual generaba una cierta presión. Me acompañó a dar los exámenes en la Escuela Nacional de Arte Dramático, en la que lo rinden 3.000 chicos de todo el país y quedan sólo 70. Dos semanas después me dijeron que había quedado. Mi papá me dijo que igual estudiara paralelamente otra cosa, por las dudas. Me inscribí en Abogacía y dure un mes, nunca fui a clases (risas). Ahí empecé a preparar una obra de teatro con un amigo de un pueblo vecino al mío, en el sur. La presentamos y apareció toda mi familia a verme de sorpresa. Era mi primera obra. Al terminar mi papá se me acercó y me abrazó y me dijo ‘dedícate a esto, no hagas otra cosa’. Fue muy, muy fuerte. Ese enfrentamiento con mi padre fue el mayor acto de madurez en mi vida. Hubo un antes y un después de eso», cuenta.
PUBLICIDAD
¿Cómo se origina tu llegada a Chile?
Estaba presentando en Buenos Aires «La gata sobre el tejado de zinc caliente». Tomás Vidiella la vio y le pidió al director que la hiciera acá. Éste le dijo que bueno, pero conmigo y elenco chileno. Venía por 6 meses, y cuando ya partía me llamaron de «Lola» (Canal 13), y luego para hacer «Sin Anestesia» (CHV). Me volví a Buenos Aires, pensando en que si salía algo allá lo tomaría, pero llevaba una semana cuando me llamaron para grabar «Mujeres de Lujo». Ahí empezaron a salir más cosas aquí, y en Argentina no. Allá era un remar y remar, pero acá me buscaban. No necesitaba tener más de dos dedos de frente para saber qué debía hacer (risas).
Este último año has estado en dos producciones con gran éxito de rating («Soltera Otra vez» y «Las Vegas»), y ahora te llega el protagónico de «Mamá Mechona». ¿Cómo analizas este gran salto?
Uno lo sueña y trabaja para eso. Como profesional uno siempre quiere ir un escalón hacia arriba, y esto de protagonizar «Mama Mechona» y a su vez grabar «Soltera Otra Vez» es como subir varios escalones juntos (risas). Estoy muy agradecido con el canal y este desafío que me ha dado. Nunca pensé que con 12 capítulos en «Soltera…» mi personaje iba a tener el impacto que tuvo. El regreso de «Gustavo» en la segunda temporada es fruto de lo que quería el público. Me estoy preparando para responder a este desafío que me han dado, pero sé que la televisión es un negocio, y la aceptación que tenga mi personaje depende del público.
¿Crees que en tu caso la parte estética ha jugado un papel muy importante en este éxito televisivo?
A ver… El otro día en The Clinic sacaron una nota con una lista de 10 actores que siempre hacen los mismos roles, y eso me pareció pésimo, porque en TV siempre pasa eso. Hay poco tiempo para construir un personaje nuevo al que estabas haciendo.
¿Qué haces tú para no caer en eso?
Me sirvió mucho empezar a hacer personajes chilenos. En «Mama Mechona» seré un argentino de nuevo. Es un galán y acepto eso, es parte de las reglas del juego. Me costó un poco acostumbrarme a eso, pero cuando uno tiene un respaldo actoral potente, bienvenido sea. Si dentro de un buen personaje hay un galán, entonces hay que aprovecharlo. En Argentina hay grandes galanes, como Alfredo Alcón y Rodolfo Bebán, que parecen hechos a mano, son unos secos. En teatro sí trato de hacer personajes fuera de mí. Ahí tengo mucho más tiempo para la composición, y me gusta hacer personajes rasgados, que están mal en la vida. No me gusta la comodidad como actor. En TV quizás puedes encontrar una comodidad, pero te lleva tiempo.
¿Qué importancia tiene el físico y la belleza en tu vida?
En «Las Vegas» estaba con 6 kilos demás, me vi y dije «¡No! Tengo que cuidar mi herramienta de trabajo, que es mi cuerpo». No voy al gimnasio ni hago pesas, pero sí hago cintas, bicicleta, juego fútbol, tenis y nado mucho. Siempre he sido deportista, pero el gimnasio me aburre. Y me gusta verme bien, renovado.
¿Muy vanidoso?
El año pasado nos juntamos con mis compañeros de secundaria, ¡y hubo algunos que no conocí! Se veían mayores (risas), con hijos, y uno hasta era abuelo. Otro me dijo que yo me había hecho «algo» (risas), y lo firmo aquí: jamás me voy a hacer algo en la cara. Veo a mi padre con 66 años, con sus canas, ojeras, y es muy guapo. Creo que las arrugas son las cicatrices de la vida, y hay que mostrarlas también. Respeto a quienes se hacen cosas, pero yo no me haría nada.
¿Y qué piensas de las mujeres y su obsesión por revertir el paso de los años, hasta el punto de deformarse la cara?
El tema tiene que ver con el medio en el que trabajamos, porque si no estás bien, eres descartable. Son las reglas del juego, me parece patético, pero lo entiendo y respeto la decisión de cada uno.
EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO
Hace un tiempo, hubo una nota en la que decías que jamás te habías enamorado. Fuerte…
Recuerdo que esa nota fue muy comentada en mi entorno, pero no dije eso. Soy una persona que está muy feliz y muy bien.
¿Podemos saber algo más sobre la persona con la que estás? ¿Es del medio?
No es del medio. Mirá, puedo hablar de mi familia, de mi perro, pero no de mi vida privada, porque una vez que abres la puerta de tu casa entra mucha gente, y cuando la cierras queda mucha adentro, y a mí no me interesa. Sólo puedo decir que soy la persona más feliz del mundo.
¿Te gustaría tener hijos?
No es algo que esté pensando ni buscando.
¿Qué otras cosas te gustan hacer además de actuar?
Me gusta mucho estar en mi casa, soy muy del mate, de escuchar música. Me gusta mucho la ópera, me tranquiliza, pero también escucho feliz a Metallica; depende del estado de ánimo. También me gusta estar con mis amigos y cocinar para ellos. Soy muy amigo de mis amigos. También me encanta salir a comer fuera, encontrar un restaurante nuevo por descubrir.
¿Te quedas en Chile?
Sí, me compré un departamento. Es más, si me llaman para hacer algo en Buenos Aires, voy y vuelvo.
¿Qué te gusta de acá?
La gente. He hecho muchos amigos, y hay varios en el medio. Mis mejores amigos son Bruno, Agustín y Manuel, que trabajan en TVN y CHV; ellos son como hermanos para mí. Herval Abreu también. De los actores, Ingrid Cruz, Bárbara Ruiz Tagle, Fernanda Urrejola y Thiago Correa son quienes me dan una contención muy importante. Con Thiago, de hecho, tenemos la idea de abrir una sala de teatro. Nos vamos a arriesgar, porque el que no arriesga no gana. Se basa en la idea de ser como un club cultural, como los que existen en Londres. Compras una especie de abono con el que puedes ir a los estrenos, a alguna charla con los actores, a un cóctel, a ver obras internacionales, etcétera. Ahí queremos montar obras clásicas, desde Shakespeare hasta Tennessee Williams. Otro punto importante es que me llama la atención la cantidad de actores mayores y buenos que hay acá, y que están medio olvidados. Mi idea es rescatar a esos grandes. Que esta especie de club cultural esté en un lugar donde vaya tanto la gente de La Dehesa hasta la de Maipú. ¡No queremos que sea elitista! Y estamos buscando el mejor espacio y ubicación.
¡Qué valientes! Sobre todo en un año en que un par de salas han anunciado su cierre. Y ahí quiero preguntarte: desde Chile miramos a Argentina como un ejemplo de vida cultural, que allá sí se puede vivir del arte. ¿Crees que caemos una vez más en mirar siempre lo foráneo como algo bueno, o es efectivamente así? ¿Estamos a años luz?
No, en Chile no se está a años luz. En Argentina también nos quejamos de que la cultura es lo menos importante. Yo llegué hace 5 años y las salas de teatro eran otra cosa. Se han abierto y cerrado otras, y ahora hay más ayuda del Gobierno. A mí me cuesta creer que va un público limitado al teatro y que las obras sólo pueden estar 2 meses en cartelera. Entiendo que depende si los actores son conocidos y salen en la TV, por ahí es más fácil llegar, y eso es bueno igual, porque llevas a gente que de otra forma no iría al teatro. Ahora, está en nosotros hacer que lo que mostramos sea bueno y quieran volver.
Las Brunettianas
Y aunque pareciera que ya no existen, hay un club de fans muy activo. Se llama «Las Brunettianas», y son mujeres de todas las edades que admiran al actor y con las que se junta cada cierto tiempo. «Eso ha sido bien sorprendente. Son muy afectuosas y a mí me gusta compartir con ellas, ¿por qué no voy hacerlo?»