En México y en distintos países de Latinoamérica, la mayoría de edad son los 18 años. Y a esta edad podemos: conducir o tatuarnos por primera vez legalmente y sin mayor necesidad de cuotas o permisos; sin embargo, también tenemos la opción de ingerir sustancias que “afectan” perjudicialmente nuestra salud a la larga y, no obstante, son bastante atractivas a nuestros ojos. Un ejemplo de esto es precisamente el cigarro.
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Fumar o no fumar una vez que se nos permite, he ahí la cuestión. Yo, en lo personal, fumo (esporádicamente) desde los 16 años; pero, lo admito, no hubiera cogido el hábito de no haber sido por el reto que esto significaba: el hacer algo indebido, como adolescente, muy probablemente le dé un mayor sentido de adrenalina. Además, claro, en mi grupito de amigas, yo era la única virgen en ese aspecto. (Y, sin embargo, como buena virgen adolescente del trío de amiguitas, mentí: dije que ya había fumado antes. Pero, bueno, ésa ya es otra historia.)
Con el paso del tiempo, el hábito de fumar se desarrollaba diferente en nosotras tres. Por ejemplo, en mi amiga a la que llamaremos Ramona, se desarrollaba impulsivamente: ella sólo fumaba cuando estaba nerviosa y fumar la ponía más nerviosa, así que era un círculo vicioso; en mi amiga a la que llamaremos Anne-Marie, se desarrollaba a modo de gozo: a ella le gustaba fumar, y lo hacía contenta. En mí, en cambio, fumar se desarrollaba siempre en un contexto de depresión: los adolescentes pasamos por cambios emocionales drásticos en los que, en mi caso, fumarme un cigarro significaba cerrar un mal día con broche de oro; pero luego de mi adolescencia tardía, le agarré el gusto al sabor mentolado de los cigarros: ya no lo hacía para cerrar con broche de oro un mal día, sino para “respirar un poco de aire fresco” luego de un día ocupado.
Un detalle que también debo mencionarles es que, como mujeres, sufrimos de un estereotipo que, aunque pequeño, nos pone en una encrucijada: a algunos hombres no les agradan las mujeres que fuman. [suspiro] (No tengo que decir al respecto. Es una opinión de cada quien.)
Ahora, algo que yo noto bastante es que un cigarro en una fiesta de jóvenes es un accesorio complementario: cigarro, vaso desechable rojo y “actitud”. En lo personal, siento este acto muy poser. Como fumadora, el mejor consejo que puedo darles es que si van a fumar, fumen porque les agrada la acción y no para completar su look o querer llamar la atención de alguna manera en estos eventos sociales; recordemos que fumar mata lentamente, pero mata: causa cáncer, acelera tu ritmo cardíaco y te da un mayor riesgo de sufrir un infarto. Fumar debe de ser tu decisión, y no la presión de otros en cuanto a lo que a ti te gusta y en cuanto a lo que a ti no te gusta; porque es una manera en la que tienes que estar segura de quién eres.
Y, bueno, recordando un poco los riesgos de salud del tabaco y las sustancias que lo acompañan comercialmente, mencionaré que hace poco murió el amigo de mi padre que sufrió de cáncer en los pulmones aun si no fumaba tan frecuentemente como mi padre mismo. Pues, he de admitirlo, el hombre que me dio la vida ha sido fumador desde hace casi un lustro y, a sus 57 años de salud biónica (porque, digo, salió como si nada de un infarto hace pocos años), él confiesa que 5 cigarros al día no te perjudican en nada si, a lo largo de tu juventud, no lo agarras como un hábito necesario y dependiente. Su doctor, sin embargo, le recuerda que no abuse de su suerte.
Foto: Felix Leupold (cc)