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Como heridas en la piel

El fin de una relación duele y nadie quiere vivirlo, pero compáralo como cuando te raspas las rodillas: tienes que dejar que la piel respire para que la herida cierre. Hay que darnos la oportunidad se sentir y de asimilar para que poco a poco puedas soltarlo, no se trata de tirar a la basura lo que viviste, sino de transformarlo en otra cosa.

Terminar una relación no es fácil. Siempre duele. A uno le va a doler menos que al otro, pero el dolor es algo inevitable y muchas veces necesario, es lo que te recuerda que sí sentiste, que sí sucedió. Es como cuando tienes una herida en la piel que duele mucho e incomoda y como que no te deja hacer tus cosas, pero poco a poco empieza a desaparecer hasta que luego nomás queda una cicatriz.

Sí, aceptémoslo, terminar una relación apesta y más en una época como esta donde el que sea tan fácil que podamos saber del otro con tan sólo un clic es algo que nos carcome. Pensamos que la vida no va a ser la misma y nos atormentamos todo el día viendo o queriendo ver su Facebook, o leyendo sus tweets, o viendo sus Vines o sus fotos en Instagram y lloramos cuando notamos que parece que todo está bien sin nosotras, que la vida siguió y que aparentemente no dejamos ninguna marca, o al menos no la misma que él dejó.

Pero creo que estamos dejando pasar la parte más importante, una que no entendemos al principio porque estamos encerradas en nuestra miseria y es que, a veces, simplemente las cosas terminan. Y ese final es la oportunidad de crear lo nuevo. Algo bonito. Hay que aceptar que en ocasiones las cosas tienen que destruirse para darle cabida a algo nuevo y diferente y te prometo que todo estará bien. Que siempre quedará una marca, pero todo eso será para bien. Aún así, ¿qué se hace para salir de esa burbuja de dolor y necesidad? Por experiencia propia y reciente me permito darte el siguiente consejo que, al menos a mí y a la gente a la que se lo he dado, nos sirvió mucho.

Bórralo de todo. Tu teléfono, tus redes sociales, tu mail, tu pared, etc. Llóralo. Llora tu relación y llóralo a él. Hay que aceptar que te duele, aceptar que estás triste y aceptar que no estás bien y “abrazar” ese sentimiento. No tiene nada de malo estar triste porque terminó. No tiene nada de malo que haya llanto, enojo, coraje, histeria, tristeza y melancolía. Llóralo, escucha canciones tristes, ve las fotos, lee las cartas, ve películas de amor y desamor que te hagan sentir que ya no puedes llorar más. Date chance de sentir todo el dolor por cuatro días. Es más, come puro helado y pizza, si quieres, el chiste es que lo sientas, que aceptes que terminó y que estés decidida a dejarlo ir. Al quinto día, guardas todo lo que te recuerde a la relación. Sus fotos, sus regalos, lo que sea. Te bañas, te pones guapa y vas a pintarte y/o a cortarte el pelo, o a comprarte unos zapatos o unos pantalones y te prometes que vas a salir adelante.

No estoy diciendo que el dolor y el amor ya no van a estar ahí, pero sí te estoy asegurando que en cuanto asimilas las cosas y les das su debido tiempo y lugar, te das cuenta que es más fácil soltar. La tristeza sigue ahí, pero ahora vas a transformarla en algo, vas a usarla junto con la melancolía para crear cosas que te hagan bien, para crearte a ti de nuevo. Una tú llena de ti y de todas las cosas que te gustan. Una tú que cerró un ciclo de la misma manera en la que lo abrió, llena de amor y de entendimiento.

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