Como he planteado en algunas columnas anteriores, no soy un gran fan del porno. Mi enemistad va más allá de mis gustos personales y preferencias cortoplacistas, y apunta a la relación entre lo que veo que genera en el largo plazo y la preocupación por el interés colectivo por sobre el individual.
Lamentablemente, para muchos el porno ha sido el mayor (des)educador que hemos tenido y más allá de eso, nos va jodiendo el mate (cerebro) sin darnos cuenta. Para traducir esto en efectos prácticos me gustaría compartir con ustedes algunos resultados de diversos estudios al respecto.
Independiente de lo discutible del concepto de adicción al porno en internet, 10% de los usuarios de porno on line en EEUU. dice ser adicto. 15% de los usuarios desarrollan un hábito compulsivo que altera sus vidas de alguna manera. 56% de los casos de divorcio presentados por la American Academy of Matrimonial Lawyers el año 2002, estaban asociados a uso compulsivo de porno on-line por uno de los cónyuges.
Después de ver 6 horas de pornografía, disminuye el deseo por la propia pareja, el interés en el matrimonio y en los niños. (esto puede resultar negativo para personas casadas, con hijos o con planes de…, entendiendo que esa es una forma más de proyecto de vida entre muchas otras).
La correlación que se ha observado entre uso de pornografía y agresión es tan alta, que los estudios no pueden ser replicados por temor al daño que se les podría causar a futuros sujetos de estudio. (véase Zillmann & Bryant).
Diversos estudios demuestran que después de ver porno, aumentan las probabilidades de: una baja en la empatía con victimas de violación, la creencia de que la mujer que se viste provocativa merece ser violada, la rabia hacia mujeres que “calientan la sopa” y no se la toman, disminución en el deseo sexual hacia las parejas estables, aumenta el interés en inducir a parejas a tener sexo sin consentimiento, (“Pornography’sEffectson Interpersonal Relationships,” 2006, by Ana J. Bridges, University of Arkansas) y podría seguir haciendo una larga lista.
Lo mío no va por hacer juicios de valor, porque es pecado o porque el niñito Jesús se pone a llorar cuando ves porno (de hecho creo que la religión y el “niñito Jesús” generan un daño infinitamente mas grande que la pornografía), sino por las consecuencias negativas a nivel práctico, que me toca ver en la consulta, con personas cercanas y en nuestra cultura en general.
¡Que se joda el porno!