“Te aaaamo sos el mejor del mundo”. Tres días después: “No puede ser, los hombres son todos iguales”…y así miles de estados más. Al parecer existe una necesidad de vomitar cariño, odio, todas las acciones y emociones en Facebook. La vida íntima está en una vidriera.
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Como se hace con la vida de los famosos, se pueden seguir peleas de parejas en los muros de Facebook. De repente se actualizan las publicaciones y sale un estado de uno, y la respuesta de otro. Las frases aparentan ser indirectas aunque no lo sean y todos sepan a quién se dirige. El estado de Facebook busca la inevitable pregunta en el chat: ¿Qué te pasó?
Se busca alcanzar un estatus exponiendo todo lo privado. ¿Es llamar la atención? ¿Es buscar la reacción de alguna persona? ¿Es aparentar? ¿Es victimizarce? ¿Es mostrar que se puede ser más feliz que el resto de los mortales? Sí, es todo eso pero de una forma no tan explícita como sería hacerlo cara a cara.
En Facebook todo el mundo tiene un día genial, está trise, lo dejaron. ¿Por qué en la calle no expresamos esto de la misma manera?
Porque seríamos un@s loc@s. No andamos gritando lo buena que estuvo la fiesta del fin de semana. En la vía pública escondemos nuestras emociones. Si tenemos ganas de llorar nos aguantamos. Es preferible publicar un estado tonto, que quizá la otra persona no entienda que hablar de frente.
Siempre pensé que todo esto de Twitter, Facebook, WhatsApp, Talk, etc., agilizan las comunicaciones pero también complican las relaciones.
Tu pareja puso me gusta en la foto de alguien y el equilibrio de tu relación se va al tacho. Aparecen miles de amigos que nadie conoce. Gente que ni te saluda sabe lo que haces hasta en el baño.
¿Realmente es necesario publicarlo todo?