Toda la vida he tenido amigas muy cercanas. Hemos dormido juntas, nos hemos prestado ropa y nos miramos mientras la probamos para ver si nos queda bien o no. A mis más queridas y cercanas amigas las abrazo y beso porque las quiero, porque son parte fundamental de mi vida. Una de ellas es mi hermana, a quien amo con toda mi vida y creo que no por ser cariñosas seamos bisexuales o degeneradas entre hermanas. Es absurdo.
Bueno, digo esto a raíz de la columna de Rodrigo Guendelman en El Dínamo, donde sostiene que “detrás de cada mujer hay una bisexual en potencia”, cosa que no comparto. Porque, conversando con mi amigo Felipe entendí algo que yo no sabía cómo explicar con palabras y es que la concepción nuestra entre belleza y deseo es algo que podemos juntar y separar a nuestro antojo. Sin embargo, los hombres no pueden. Al parecer, para ellos encontrar bella a una persona va directamente relacionado con una sensación de deseo o posesión sexual. Por esto se niegan a encontrar hermoso a otro hombre, ya que temen que esto pueda ser visto como una actitud homosexual.
Nosotras simplemente valoramos la belleza o lo que nos hace sentir un objeto, persona o situación por un asunto de sensaciones satisfactorias. Y con esto me refiero no solo estar excitada sexualmente, si no a una felicidad. A mi me pasa que cuando veo a una mujer talentosa y hermosa como Natalie Portman me causa admiración, me gustaría ser como ella, la encuentro hermosa y tremendamente profesional. Sin duda me gusta, pero no es un gusto por poseerla ni nada parecido.
Comprendo que como hombres y mujeres somos distintos. Quizás a los hombres les cueste entender este fenómeno, obviamente no estoy hablando desde el punto de vista bisexual; porque eso es otro tema. Solo quiero explicar por qué las mujeres heterosexuales pueden vivir una relación tan cercana con otra mujer sin necesidad de desearla.
Es importante que el mundo masculino se demore un poquito más al interpretar a las mujeres ya que sin duda somos mucho más complejas que ellos.